Daniel Bell, sociólogo, "experto en generalizaciones"
Anticipó el debate sobre la sociedad del conocimiento
Daniel Bell (Nueva York, 1919), catedrático de sociología de la Universidad de Harvard, fue sin duda uno de los sociólogos más influyentes de la segunda década del siglo XX. Falleció el 25 de enero. Pocos estuvieron tan atentos a las rápidas transformaciones que se iban produciendo en la estructura social de las sociedades avanzadas, que conectaba después a ágiles predicciones sobre el mundo del porvenir. No siempre acertó, desde luego, pero supo dar munición a algunos de los más celebrados debates de la época. El primero que lo tuviera a él como protagonista fue el iniciado con su libro sobre el Fin de las ideologías (1960), seguramente inspirador del que con parecido título editara entre nosotros G. Fernández de la Mora. La tesis, que no se llegaría a cumplir hasta varias décadas después, era que las ideologías del siglo XIX habrían perdido ya todo poder de convicción y estaban llamadas a desvanecerse en una sociedad crecientemente tecnocrática y burocratizada. Como le ocurriría mucho después a Fukuyama, su predicción fue desbordada después por los propios acontecimientos históricos, ya que los años sesenta marcaron el inicio de lo que acabaría siendo uno de los períodos más ricos en nuevas iniciativas ideológicas.
Tuvo una intuición innegable para saber leer las pautas del cambio
No siempre acertó, pero supo dar munición a los debates de la época
Mucho más éxito tendría el que probablemente fuera su gran libro, El advenimiento de la sociedad post-industrial (1973). El retrato que aquí ofrecía de las pautas de desarrollo de la sociedad industrial sí consiguió reflejar con acierto el principal signo del cambio, el tránsito hacia un claro predominio del sector de servicios y la conversión de la sociedad industrial tradicional de productores en una economía financiera abocada a promover el consumismo. Ahí se encuentra también la primera anticipación de lo que hoy se conoce como "sociedad del conocimiento". O, lo que es lo mismo, la centralidad del conocimiento y la innovación tecnológica como principio axial de la nueva sociedad posindustrial. Hay quienes incluso han visto en muchos de sus planteamientos una clara predicción del poder de las nuevas tecnologías de la comunicación e incluso de algo similar a Internet.
Con su obra Las contradicciones culturales del capitalismo (1976), Bell haría un giro hacia uno de los temas favoritos de los neoconservadores, el desvanecimiento de la ética del trabajo, la responsabilidad y la austeridad asociados al protestantismo, que habrá sido sustituido por la glorificación del consumo y la gratificación inmediata de una nueva sociedad hedonista. Esta tesis y el hecho de que contara con viejos amigos que claramente se habían pasado al movimiento conservador de la época, como Irving Kristol, hizo que fuera considerado enseguida como un miembro más de este grupo. Pero él siempre se resistió a aceptar dicha imputación, subrayando su preferencia por las posiciones socialdemocráticas en lo económico y las liberales en lo político. Prueba de ello fueron algunas contribuciones teóricas que buscaba incorporar en revistas punteras de la izquierda americana, como Dissent.
Con todo, Bell es una perfecta muestra de ese grupo intelectual estadounidense de origen judío, que en su juventud se empachara de marxismos y radicalismos políticos varios, se incorporaría luego al establishment académico y a la primera línea publicística, para engrosar al final la tropa más selecta del conservadurismo intelectual. Cuáles hayan sido sus contradicciones o preferencias ideológicas en cada momento o ante cada coyuntura histórica específica no afecta sin embargo para nada a lo que realmente importa, su indudable capacidad para saber leer en cada momento las pautas del cambio social. En estos momentos de proliferación de la hiperespecialización en las ciencias sociales, recordar a un "especialista en generalizaciones", como se consideraba a sí mismo, nos hace añorar todavía más la pérdida de personajes como él.
Fernando Vallespín es catedrático de Ciencia Política y de la Administración en la Universidad Autónoma de Madrid.
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