La magia está servida

Mac Lupén sube al escenario, va perfectamente ataviado con una chaqueta negra, zapatos relucientes, chaleco y pañuelo a juego y una buena dosis de maquillaje. "La puesta en escena y la presentación son el 90% del juego", señala. El mago toca una pequeña mesa que empieza a levitar, como si volara. "Lo más importante es que el ilusionista se lo esté pasando bien, porque el público se contagia" añade Lupén, uno de los 200 prestidigitadores que ayer asistió a la cena del Club de Ilusionistas Profesionales (CIP), que celebraba a su patrón Juan Bosco.

Lupén vive de la magia, proviene de una familia de ilusionistas: "De pequeño pensaba que lo normal era que los padres hicieran desparecer monedas y esas cosas". Al terminar los estudios decidió dedicarse a la magia de manera profesional, con actuaciones para fiestas de empresas o en salas. Reconoce que los eventos privados han bajado bastante por la crisis, aunque a diferencia de otros sectores, en el caso de la magia una actuación te lleva a otras. "Es un tipo de trabajo que se retroalimenta, de una velada te salen otras".

De lunes a viernes Miguel Ángel Rodríguez es psiquiatra, pero en su tiempo libre se convierte en Conde Ropherman, un mago especialista en aunar ilusionismo y humor. "Un día sin reírte es un día perdido", dice el presidente del CIP, una de las más antiguas de España -fue fundada en 1956-, y que cuenta con más de medio millar de miembros. Rodríguez destaca el auge de la magia en los últimos años. "Estamos viviendo una época en la que ha aumentado mucho el interés por las escuelas de magia, los programas, las publicaciones", asegura. Un resurgir "lógico", en su opinión: "La magia es una diversión inocente. Una manera, en estos momentos de crisis, de recuperar la ilusión y de olvidarse de todo mientras dura el prodigio".

Conejos, chisteras, pañuelos, naipes, objetos que desaparecen... son algunos de los clásicos que se mantienen vigentes. Como también se mantiene intacto el misterio que rodea a los ilusionistas. "Un mago no desvela sus trucos jamás", afirman todos. Un secreto que solo rompen con otros colegas de profesión o afición. "Entre nosotros sí que nos contamos cuál es la trampa para evolucionar, para mejorar y para aconsejarnos", una colaboración imprescindible para progresar, porque, como todas las artes, es una actividad "en continua evolución".

La reunión contó con puestos en los que los fabricantes de "artilugios mágicos" enseñaban sus últimas novedades. Jarri Marqueríe, de la tienda Magichismes, convierte en miniatura un gran libro, adivina la carta que has escogido, multiplica el dinero. Pronto se hace un corrillo a su alrededor. ¿Hace falta ser mago para vender trucos? Su mujer responde: "Si no eres mago no puedes vender magia".

La cena, como no podía ser de otra forma, terminó con magia. Una de las actuaciones corrió a cargo de Ali Gali, un ilusionista y ventrílocuo con 46 años de carrera a sus espaldas. Su especialidad son los niños, un público difícil: "Hay que prepararles trucos muy especiales para mantener despierta su atención". Pero, como todo esfuerzo, tiene su recompensa. Y es que "ver la cara de sorpresa de un niño, es adictivo, engancha".