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El CGAC presenta la primera retrospectiva de la artista brasileña Anna Maria Maiolino

La mano, sensual, como primera herramienta, bocas, huevos, lo que sale y entra del cuerpo, formas mínimas no elaboradas en las que "no es necesario", según sus propias palabras, que ella sea la autora. El reencuentro con lo cotidiano de Anna Maria Maiolino (Scalea, 1942), la artista brasileña de origen calabrés, es un reencuentro con el cuerpo "antes de toda mediación tecnológica". Extractos de su obra ya habían tenido presencia en exposiciones del mundo anglosajón como Inside the visible: An Elliptical Traverse of Twentieth Century Art in, of, and from the Feminine, pero la retrospectiva que ayer inauguró en Santiago el CGAC, comisariada por Helena Tatay y coproducida por la Fundació Tàpies de Barcelona y el Mälmo Konsthall, es la primera de estas dimensiones en Europa.

Multidisciplinar como pocas, entre las primeras xilografías y relieves de Maiolino (la serie Glu Glu, 1966-1967) y las esculturas de bandejas con formas que unen, como pensamiento y habla, alimento y excremento (Um, Nenhum, Cem Mil, 1993), se incluyen las cartografías afectivas de Mapas Mentais, entre las que destaca Alma Negra da América Latina-Situação Geográfica. En los mismos pliegues, con las armas de la acción y todavía bajo la dictadura militar, se incluye la célebre performance de 1981 Entrevidas. Una estancia del CGAC reproduce, con los mismos materiales, lo que hizo entonces Maiolino en una calle de Río: atravesarla sin aplastar los huevos de gallina, signos de vida esparcidos previamente.

En el recorrido por medio siglo de trabajo, Maiolino parte del movimiento neoconcreto brasileño, se hace carne nada más entrar en el CGAC. La instalación Uma vez máis (2011) es una división seriada pero única, en bolas y rollos, de 5.000 kilos de barro sin cocer que se irán desgastando conforme avance la exposición. En ese "cansancio de la materia", según declaró Maiolino a este periódico, está la nostalgia de la matriz. En vez de hacer la forma y luego el molde, Maiolino se queda con el molde y lo convierte en escultura.

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