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Columna
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Nuestros líderes en Helsinki

Lo que está sucediendo con las cajas de ahorro, en concreto con Novacaixagalicia, es un ejemplo paradigmático que ilustra con meridiana claridad la relación que existe actualmente entre la política y el poder económico, el verdadero poder en nuestro tiempo. En efecto, como el ejemplo que nos ocupa pone fehacientemente de manifiesto, los dirigentes de los grandes partidos, desde el presidente del Gobierno al líder de la oposición, han asumido que el poder económico globalizado escapa al control de los Gobiernos, han interiorizado que la economía se ha emancipado de la política y que el papel de los poderes públicos se reduzca a proporcionar algunos servicios a los ciudadanos, cada vez menos porque las ideas privatizadoras ganan terreno a ojos vista. No debe sorprendernos, pues, que la política se transforme a menudo en un mero espectáculo, en un producto de consumo para espectadores pasivos. Unos tienen el verdadero poder y otros se dedican a representar una grotesca función teatral para el gran público. Este parece ser hoy el triste destino de la política, que corre impotente tras un poder económico globalizado y nómada que se siente liberado de cualquier compromiso y al que la democracia y los intereses de los ciudadanos importan bien poco.

La desaparición de la caja gallega supondría una catástrofe tanto política como económica

En el último viaje que realicé a la extinta Unión Soviética, circulaba por aquel país una leyenda según la cual un jefe de Estado extranjero visitó Leningrado (hoy San Petersburgo) y que durante su obligada visita al Ermitage llamó poderosamente su atención un cuadro que, bajo el título de Lenin en Helsinki, reproducía una apasionada escena de amor entre un hombre y una mujer. El ilustre visitante se interesó inmediatamente por los personajes del lienzo. La mujer es Nadia Krupskaia, esposa de Lenin, y el hombre es Trotski, le informaron. "¿Y dónde está Lenin?", preguntó el asombrado mandatario. "Lenin, en Helsinki" respondieron sin vacilar los guías del famoso museo ruso.

¿Dónde están el prócer Amancio Ortega, el optimate Manuel Jove, la multimillonaria filántropa Rosalía Mera, el celebrado líder financiero Gayoso, el presidente de la Xunta o los dirigentes de los partidos políticos gallegos mientras el Gobierno y el Banco de España, siguiendo las orientaciones de Emilio Botín y Francisco González, pretenden trajinar nuestra caja de ahorros? Evidentemente, en Helsinki.

Me permitirán ustedes que utilice el humor para ocultar el desánimo y la tristeza, porque al fin y al cabo, como decía Mark Twain, "detrás de todo humorista hay siempre un gran dolor, por eso en el cielo no hay humoristas". Porque la realidad es que unos, los políticos, no han sido capaces todavía de hacer frente a las inmoderadas aspiraciones de nuestros banqueros, y otros, los grandes gurús de nuestra economía han demostrado ya en otras ocasiones que su compromiso con Galicia es perfectamente descriptible, forman parte de ese capital nómada y globalizado al que me refería más arriba.

Pese a todo lo dicho, teniendo en cuenta la catástrofe política y económica que representaría la desaparición de nuestra caja de ahorro, considerando asimismo que existen alternativas viables -de las que me ocuparé en un próximo artículo- a la mal llamada nacionalización propuesta por la ministra Salgado que, en realidad, como aclaró el profesor Josep María Vallés, no es más que una desamortización, resulta imperativo que la Xunta de Galicia y las fuerzas políticas gallegas diseñen junto a los agentes económicos y sociales una estrategia sólida que pueda frenar los proyectos del Gobierno y del Banco de España y nos permita mantener una plataforma financiera de un valor estratégico incalculable para el futuro de Galicia. Sería muy conveniente que la sociedad gallega en su conjunto siguiese con el máximo interés los pasos que a partir de ahora puedan dar los diferentes actores políticos y sociales. Atentos a los movimientos de todos ellos.

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