Merkel y la Novacaixa
En este mismo periódico, Josep María Vallés, catedrático de Ciencia Política de la UAB, ha escrito uno de los artículos más importantes para analizar, con perspectiva histórica, los tiempos que vivimos. Bajo el título Cajas, ¿la desamortización del siglo XXI?, Vallés argumenta que, si el siglo XIX español vivió la desamortización de la tierra, el final del XX contempló la de las empresas públicas y ahora estamos asistiendo a la tercera, que pondrá las cajas de ahorros -el 50% del negocio bancario en España- en manos de bancos y fondos de inversión. Si la primera no alteró la estructura de la propiedad de la tierra, la segunda dejó intocado el carácter oligopolístico de grandes empresas proveedoras de servicios como Telefónica, Repsol o Aldeasa. Fueron dos oportunidades históricas perdidas que tuvieron, sin embargo, sus beneficiarios. Latifundistas de ayer y de hoy..
Los gestores de las cajas gallegas las han manejado como fincas particulares
En el caso de las cajas, si todo va según lo previsto, el Estado saneará con dinero público los balances y después se las reintegrará al sector privado. El negocio, se prevé, será estupendo. De hecho, la nueva desamortización significará un salto cualitativo en la oligopolización del sistema financiero español, a costa de los clientes, y en la centralización del poder, a mayor beneficio de Madrid. Por supuesto, la desaparición de las cajas tendrá sus deudos. No sólo la desaparición de la llamada Obra social. Una cierta exclusión financiera de gente de pensiones o emolumentos muy bajos será uno de los costes sociales a añadir. En Galicia, la eliminación de oficinas en pequeños pueblos será inevitable. Las pymes tendrán que negociar con entidades a las que nada liga al territorio, incrementando las dificultades de financiación para las empresas locales.
La pregunta, por supuesto, es ¿por qué MAFO y Elena Salgado, Zapatero y Rajoy -pues no cabe duda de que en esto concuerdan- se aprestan con tan gran entusiasmo a esta carnicería financiera? Ha de haber motivos de peso que los urjan a una transformación de ese calado. El primero es la magnitud del desastre, ignorado por el vulgo, pero que ellos, como responsables que son, sin duda conocerán. La España de la burbuja inmobiliaria, nueva versión de la eterna de charanga y pandereta, cebada por Rodrigo Rato y su Ley del Suelo, ha dejado tras de sí una enorme escombrera de cadáveres. Parados, empresas quebradas, un país al borde del rescate, todo ello ha sido la consecuencia de esa borrachera. Una enorme deuda -privada en su mayor parte- que fue financiada por dinero especialmente alemán.
Y la señora Angela Merkel, que vendrá de inspección en un par de días, no está dispuesta a seguir pagando los destrozos locales sin antes asegurarse de que el enfermo está dispuesto a tragarse la medicina, por desagradable que resulte. Ante ella, las tropas, un tanto desharrapadas, cultivarán la posición de firmes. Aprobada la reforma laboral y la de las pensiones, extendida la tijera a lo largo de la piel de toro de las diversas Administraciones, el saneamiento del sector financiero debe evitar a toda costa que los bancos alemanes se encuentren con detritus debajo de la alfombra. ¡Quién puede fiarse de esta gente después de dejarles el dinero! ¡Hay que apretar las tuercas antes! Nada de fondos europeos si antes el propósito de enmienda no se hace firme y ratifica...
Quién podría culparla, si, al fin y al cabo, quien ha dejado a las entidades al pie de los caballos son sus gestores, que las han manejado, en el caso de las gallegas, como fincas particulares, sin que ni dirigentes políticos ni la prensa, entrampados todos en sus redes, hayan dicho ni mu en todos estos años. Todo parece indicar que Novacaixagalicia desaparecerá. Pero ha sido una vergüenza el proceso que ha llevado a ello. Causa rubor comprobar cómo se les ha dejado hacer sin la menor restricción. En las hemerotecas quedará, además del nombre de la gente comprada al peso, la complacencia colectiva, la constante adulación que en Galicia -país de pillos- es confundida una y otra vez con la inteligencia y el buen criterio de la gente madura. Y así nos va..
Ahora vendrán, cuando ya es demasiado tarde, las lamentaciones de Jeremías por la pérdida de otra Alhama. Por supuesto, no se aparta ni una coma de la verdad el argumento de que una comunidad autónoma sin músculo financiero poca cosa puede hacer. El destino del país es irse suicidando a grandes zancadas. Cuando todo esto acabe, el poder financiero estará todavía más concentrado en Madrid, que es lo que les parece natural no sólo a los madrileños, sino a una parte de los gallegos. 50.000 millones de euros gallegos contantes y sonantes con residencia en la Castellana. En La Vanguardia he podido leer un artículo sobre las caixas: "El alma de la burguesía catalana". Uno que llevase en la prensa gallega ese título nos haría reír a mandíbula batiente, no pararíamos en semanas..
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