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Crítica:ARTE | Exposiciones
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Afrontar la insularidad

Los británicos son aficionados a hacer resúmenes de su historia del arte. Ello se debe tanto a su insularidad como al escamoteo de los logros de sus pintores y escultores -si exceptuamos a Henry Moore, Francis Bacon, Lucien Freud, David Hockney o Richard Hamilton- en los compendios del arte moderno. Su caduca academia tampoco hizo mucho por reivindicar y valorizar a unos creadores que cultivaban lo literario, el paisaje y cierto romanticismo ligado a algún detalle (¡meteorológico!) o gesto, sin el menor rastro de pretensión. Ahora, la Fundación Joan Miró se lanza a abrirse camino en la profusa creación del arte británico en los años que van de la posguerra hasta el emblemático 68. Ciento ochenta obras, entre esculturas, pinturas y fotografías procedentes de colecciones públicas y privadas y de los fondos del British Council, la Tate y la Pallant Gallery de Chichester,dan sentido a una exhibición de carácter vernáculo, y que se apoya en el eslogan utilizado por el Partido Laborista en su campaña electoral de 1945, Let Us Face the Future, para dar a conocer un arte que parecía radical sin serlo, como se ve en la exploración de la sexualidad de David Hockney, la "revelación" escultórica de Moore, Hepworth y Caro, el paisajismo de St. Yves, (Peter Lanyon, Roger Milton, William Scott, Alan Davis), el op art de Bridget Riley, el pop de Paolozzi y Hamilton, el constructivismo de Victor Pasmore y Mary Martin, o la nueva figuración de Freud, Bacon, Kosoff y Auerbach.

Let Us Face the Future. Arte británico 1945-1968

Fundación Joan Miró

Parc de Montujïc, s/n. Barcelona

Hasta el 20 de febrero

El mantra que Barnett Newman repetía al otro lado del Atlántico: "Después de la monstruosidad de la guerra, ¿qué hacemos?", tuvo su respuesta en la sublimación del horror de los expresionistas abstractos. La experiencia del "abismo" y el "vacío" de la triunfal pintura americana barrió de la escena artística algunos aspectos del movimiento moderno contaminados por el fascismo -el constructivismo ruso, el dadaísmo alemán-. Mientras, en el viejo continente -y en especial en Gran Bretaña- se recuperaron no sólo aquellas corrientes que eran la base de una historia afirmativa de la modernidad, también, y apoyándose en la tesis de la "banalidad del mal" desarrollada por Hannah Arendt, nació el Pop Art. Una manera de recordar el trauma sin negarlo, como harían el Art Brut y los Cobra, y de conseguir que la esfera de la cultura de masas se reintegrara explícitamente en la conciencia artística. Desde esta perspectiva, la exposición en la Miró cobra su sentido. Ante la profusión de caminos, tesis y marcos cronológicos posibles, los comisarios Andrew Dempsey y Richard Riley han apostado por el decoro visual y algo rutinario, con un equilibrio de obras, en varios formatos, impactantes unas, más insulsas otras, para conducir al visitante por un arte que, de un plumazo, puso en crisis el desnudo ideal, el retrato, el pedestal, la naturaleza muerta y el paisaje.

Pero lo que este recorrido nos enseña por encima de todo es el germen de una década, los convulsos y riquísimos sesenta, cuando el llamado "arte inglés" quedó prácticamente superado y reducido a algo provinciano por la fuerza de los movimientos de la neovanguardia, el Fluxus, el minimalismo, el accionismo, el povera y el conceptual que tuvieron lugar en Europa y Nueva York, la metrópolis que, contrariamente a Londres, supo dotarse de una legión de teóricos que supieron difundir activamente el arte que se hacía en Estados Unidos.

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