Todo el impulso del arte africano
El Centro Fernán Gómez trae el mejor arte del continente hasta mayo
Adiós a los estereotipos. El África poscolonial, heredera de la hechizante seducción de su misterio, reclama para sí una nueva mirada. Se muestra ya como un continente nuevo, alfabetizado, cuajado de diversidad pujante y creativa. Para dar cuenta de tan poderoso impulso, el Centro municipal de Arte Fernán Gómez trae a sus salas de la plaza de Colón hasta el 1 de mayo la exposición África, objetos y sujetos, patrocinada por la fundación cultural de Caja Astur. Los comisarios Francisco de Santos y Salvador Nadales presentan en ella un fastuoso repertorio de arte tradicional y contemporáneo, con obras surgidas de las manos de artistas de 25 países africanos, procedentes de hasta 60 etnias del área subsahariana occidental.
Escultura, pintura y fotografía, así como máscaras, tocados y talismanes, incluso graciosos reposacabezas para acomodar los peinados henchidos de majestad de las africanas, se ven aquí signados por ese aura inconfundible, el arte, que arrebata a los objetos de su materialidad para distinguirlos y emanciparlos de su dictado. Pero con una impronta añadida: la pátina peculiarísima, de naturalidad luminosa, que baña todo lo africano y que, en su día, embelesara a artistas como Giacometti, Brancussi o Pablo Picasso. Fue el mismo cuño que les permitió romper el férreo blindaje que atenazaba formas y figuras, para hacerlas líquidas o trocarlas en facetas, volúmenes y cubos.
Nunca se podrá resarcir la contribución del arte africano al arte occidental del arranque del siglo XX -jazz incluido- el más innovador de la historia. Bien lo sabe el artista y político ecuatoguineano Leandro Mbomio, de 73 años, considerado uno de los artistas más relevantes del continente, artífice del Primer Congreso Hispano-Africano de Cultura en 1984. Una de sus mejores esculturas, inspirada en una máscara trifronte de los ritos bantúes, expresa su intención cultural integradora. Mbomio emplea una técnica que pone de relieve los intercambios entre arte africano y occidental, que él ensambla con desenvoltura.
Saidu Dicko, creador joven de Burkina Fasso, ha prescindido de la luz que derrite África para ceñirse a las sombras y secuenciar con ellas una galería fotográfica sobre las fronteras, esos valladares que obstaculizaron -sin lograrlo- su propio camino hacia el arte. Una instalación suya, cargada de contenido social, parangona el oro con el agua, tan dolorosamente avariciada en África. Conmueve escuchar el relato que envuelve pequeñas figuras de madera o barro, en las que las madres africanas evocan a diario, toda su vida, a los hijos perdidos en la infancia. Todo hechiza e invita a la reflexión al visitante de esta muestra, cuyos comisarios han armonizado pasado y porvenir sin sutura alguna. Mientras, el futuro del arte se abre paso en África como un imparable amanecer.
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