Condenados sin pentothal
Hay revueltas como la de Túnez, capaces de poner a mucha gente en la calle y echar a un dictador, y otras más silenciosas e incruentas que persiguen sueños similares y consiguen interesantes victorias. Que Reino Unido y Alemania estén bloqueando la venta de pentothal para ejecuciones en Estados Unidos quizá no logre acabar con la pena de muerte en ese país, pero al menos está poniendo en aprietos a quienes se empecinan en aplicarla.
La batalla la inició la ONG británica Reprieve, que vela por los derechos humanos de los prisioneros del mundo entero. Puesto el foco en la inyección letal que reciben los condenados a muerte en EE UU, Reprieve descubrió que el pentothal, el inductor a la anestesia que se utiliza antes de la inyección definitiva, proviene en su totalidad del laboratorio británico Hospira. El pentothal ha dejado paso en los hospitales a anestésicos más modernos. De ahí que solo algunos laboratorios lo sigan fabricando. El caso es que, una vez desvelado este dato, la presión ciudadana ha logrado la decisión de Hospira de cancelar la fabricación del pentothal que forma, por ley, parte del cóctel mortal que aplica Estados Unidos a sus condenados a muerte.
Tras la decisión de Hospira, el Gobierno británico ha prohibido a sus empresas que suministren el pentothal a las prisiones estadounidenses y, a renglón seguido, el Ejecutivo alemán se ha subido al carro llamando a las farmacéuticas de su país que elaboran este componente a desoír peticiones similares.
Y así es como una pequeña iniciativa está obteniendo mayor éxito que la ONU en su reiterada petición de firmar una moratoria mundial contra la pena de muerte. Aunque -todo hay que decirlo- EE UU y su sofisticado método de suplir a la silla eléctrica es una muy pequeña parte del problema. En China, donde se registran el 80% de las ejecuciones, en Irán o en Pakistán las ejecuciones son más crueles y burdas. Pero otro no desdeñable logro de Retrieve ha sido el de enfrentar al mundo con su propia paradoja de infligir el peor de los daños con un fármaco que fue inicialmente diseñado para colmar el sueño de un mundo sin dolor.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.