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Análisis:EL ACENTO
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Políticos prescindibles

Se supone que los políticos sirven para resolver los problemas de la gente. En Bélgica, sin embargo, parecen haberse especializado en generarlos. Así lo ven, al menos, los miles de ciudadanos belgas que el pasado domingo, en cívica manifestación, protestaron contra la incompetencia de una casta política incapaz de llegar a un acuerdo para formar Gobierno, una tarea en la que están inmersos desde las últimas elecciones generales del 13 de junio pasado.

Sobre la base de un joven país (nacido en 1830) profundamente dividido entre dos comunidades (valones y flamencos), los políticos belgas, lejos de saber encontrar espacios comunes, han tallado a golpe de reformas constitucionales un sistema incapaz de gobernar lo común. El resultado: un candidato con solo el 17,2% de los votos (el 30% en Flandes) es el que debe ser primer ministro tras negociar, eso sí, con otros seis partidos diferentes.

Bart de Wever fue ese ganador en junio. Es un independentista flamenco ajeno a la casta política belga, tradicionalmente endogámica, que fue incapaz de formar Gobierno. Tampoco lo han logrado los dos mediadores posteriores, el socialista francófono Elio di Rupo y el socialista flamenco Johan Vande Lanotte.

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La monarquía belga, una de las pocas instituciones comunes belgas, ya ha perdido la paciencia y hay quien ha reclamado incluso que tome cartas en el asunto. Alberto II se ha limitado, de momento, a arengar a los políticos a comprometerse con el futuro del país.

Esta interminable crisis belga, sin embargo, tiene otras lecturas. En el metro de Bruselas hay una pintada al respecto. ¡Por fin, sin Gobierno!, se lee con una separación de la última palabra que sugiere: ¡Por fin sin Gobierno que mienta! Los socios europeos alabaron el buen hacer de la presidencia belga de la UE en el segundo semestre del año con un Ejecutivo en funciones y Standard & Poor's, que amenazó con degradar la deuda soberana del país, no lo ha hecho todavía. Bélgica, en fin, sigue funcionando y los manifestantes del domingo no pedían más cambios, sino la disolución de los partidos porque quizá están comprendiendo que los políticos de los que ahora dispone son incompetentes, pero también prescindibles.

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