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Columna
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Sed

David Trueba

El fin de semana deja dos reflexiones sobre escenificación política. En Documentos TV un interesante reportaje: Obama, a través del objetivo, donde el fotógrafo de la Casa Blanca presta sus ojos al mundo para mirar el poder de cerca. Y en Sevilla, la convención del Partido Popular. Mariano Rajoy acudió anoche a Antena 3 para prolongar el efecto y convencernos de que esa sequedad en la boca tiene una razón fisiológica: tenemos sed de urna. La frase, destacada en los medios, es la foto que desean fijar.

Los populares quieren urna, urna y urna, donde antes los eslóganes políticos proponían programa, programa, programa. Hay algo dramático en esa petición de elecciones a 18 meses de distancia y con votaciones locales en primavera. Da la sensación, pese a las encuestas favorables, de que Rajoy tiene miedo al calendario. La cuestión no es si Zapatero se presentará, ni mucho menos si lo hará Rubalcaba. Rajoy lo señala como sucesor porque es el rival con el que le gustaría batirse antes que con otro que le obligue a preparar la contienda con nuevos apuntes. Es además el villano en su película, quien filtra detalles del caso Gürtel para deslucir la foto de familia. Bueno, él y Esperanza Aguirre, indómita revientaposados.

Fuera de fotos o fotos rotas, el partido a quien todos dan por seguro ganador no desvela sus planes, no explica a los parados españoles cuáles son sus propuestas de empleo, a los empresarios españoles sus milagrosas recetas para la reactivación ni a los funcionarios españoles la fecha concreta en que les repondrá el recorte de sueldo sufrido por la crisis.

Los partidos presentan su alternativa de Gobierno como tráileres de películas. Pegan las escenas con las que confían empujar al público a las salas, en este caso al público a las urnas, y ocultan todos los baches narrativos. Hasta el ex presidente Aznar en su discurso en Sevilla sacó al humilde militante que lleva dentro y Carlos Fabra presumía de silla, prescrito hace tiempo el decoro. Parecían dos secundarios de película para todos los públicos, los padres de la novia, gruñones pero entrañables. Rajoy tiene tiempo para remediar el bache narrativo, el vacío entre la sed de urna y el acudir a la urna sabiendo todo aquello que nos merecemos saber.

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