"Quizá debería empezar a tener un psicoanalista"
Ha hecho un disco casi acuático, aunque desde que lo presentó ayer está en periodo de pruebas para ver si se mantiene a flote. Christina Rosenvinge (Madrid, 1964) vuelve con La joven Dolores montada en el recuerdo de un barco de pesca. Un disco introspectivo en el que más que nadar, bucea.
Pregunta. ¿Cuándo aprendió a bucear?
Respuesta. Aprendí a nadar muy tarde, como a los 11 años. Y a bucear mucho antes, a los seis... El agua es una metáfora muy bonita, dúctil, sirve para reflejar la vida, la muerte, el amor, la violencia... Siempre ha sido así, ¿no?
P. Pero se ha subido a un barco ¿qué barco es este?
R. Pues La Joven Dolores, un barco que unía hace mucho tiempo la isla de Formentera con Ibiza. De hecho cuando yo llegué a Formentera, cuando aún era un pequeño paraíso, hablaban de que lo habían jubilado y se me quedó ese nombre tan romántico y tan bonito para un barco de pesca, transformado en barco de pasajeros. Y luego cuando estaba buscando título para el disco y empezando a componer estaba en Formentera y me acordé.
"Cuestiono a las discográficas y lo que hacen las telefónicas"
"No sé con qué parte del cuerpo se escriben las letras, pero con el cerebro no"
P. ¿Y qué fue del barco?
R. Lo desguazaron hace años en un astillero de Valencia.
P. Vaya...
R. Sí, sin homenajes...
P. Y después de eso, recurre a la mitología y le dedica canciones a Eco y a Narciso (Canción del eco). ¿Se te han caído los dioses?
R. Se me cayeron hace mucho.
P. ¿Cómo? ¿Por qué?
R. Empecé con el juego de dedicarle una canción a Eco, la ninfa que solo puede hablar a través de las palabras de Narciso, me parece una historia muy bonita y me puse a revisar otros personajes mitológicos o bíblicos y a traerlos a la actualidad... Mantuve el juego unas cuantas canciones y luego pensé que el disco iba a ser insoportable y cambié de registro.
[No parece que Rosenvinge tenga complejo de Eco, pero hay que arrancarle las palabras casi con alicates. Sin llegar a los susurros de sus canciones, piensa unos segundos cada cosa y, sin embargo, nunca parece decirlo convencida del todo.]
P. ¿Ha llegado a un punto en el que ya todo son "pequeños dolores" o "puntitas de alfiler"?
R. [Se ríe] No me di cuenta hasta que acabé el disco de que había un montón de objetos punzantes y de cositas que pinchan. Ha salido así. Tendré que hablarlo con mi psicoanalista... No tengo psicoanalista... A lo mejor debería empezar a tenerlo... Pero no todas las canciones hablan de mí...
P. Sí, pero Jorge y yo...
R. Esa canción habla de la relación con mi hermano. Era mi compañero de juegos con un año más y hacía un poco de instructor... Me trató como a un chico y, en cierto modo, es culpable de todo lo que he hecho después.
P. ¿Y qué haría con la ley Sinde?
R. Cuestiono lo que hacían las discográficas y lo que ahora hacen las telefónicas y las webs que se lucran. Hay que ponerse de acuerdo para que todas las empresas que ganan dinero haciendo llegar la música a la gente lo hagan realimentando la creación como una forma de cultura, no solo como un producto vendible.
[Y en ese momento aparece el mismísimo Pedro Ruiz, en escena. Sí, Pedro Ruiz.]
Pedro Ruiz. No nos conocemos pero nos conocemos, encantado, cuidado con las preguntas [se acerca, la besa y se va].
P. Surrealista... Era ¿La noche abierta?
R. Ahora ya no hay programas de entrevistas intensas...
P. Este disco es más intenso, y más pausado que el anterior...
R. Vuelvo al sillón del psicoanalista. A lo mejor estoy en un estado más contemplativo, no sé... Las letras no sé con qué parte del cuerpo se hacen, pero con el cerebro no.
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