_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Crispación

Participar en la opinión pública exige dos normas básicas. La primera consiste en no perder el sentido del humor para no caer en el dogmatismo o la pedantería. La segunda exige no confundir nunca la política con la sociedad, porque esta última es mucho más importante que la primera. Pero hay veces que uno no está para normas, de forma que en esta ocasión me voy a saltar la primera y ocuparme directamente de la segunda.

En las últimas semanas se está produciendo un fenómeno muy perverso, que consiste en interpretar las acciones violentas de algún ciudadano en términos exclusivamente políticos. Apalean a un consejero, atentan contra la vivienda de una alcaldesa, atacan las sedes de partidos políticos y nos obsesionamos con saber las raíces políticas de los violentos. Si tienen señas partidistas, pertenecen a un grupúsculo ideológico o simplemente son parientes de un histórico, entonces la cosa es grave porque se enmarca en la crispación política. En el caso de que sea un individuo aislado, sin importancia colectiva, entonces el asunto es de menor importancia, algún descerebrado o enfermo mental. Error, craso error, la violencia política es grave porque indica que están fallando las instituciones, pero si la violencia es social hay que poner a funcionar todas las alarmas porque hace sospechar un mar de fondo de consecuencias impredecibles.

La prueba está en que cualquier novedad provoca una escisión social. Prohíben fumar, un gesto inútil, pues ya tenemos los que están a favor y en contra, pero no como opinión personal sino como un asunto existencial, de supervivencia, de salud o muerte. Ponen un artefacto en la oreja de los senadores, algo que tampoco importa mucho porque votan lo que manda el partido al margen de lo que escuchen, y otra vez tenemos al país dividido en los del pinganillo y los naturalistas auditivos. Es igual, pase lo que pase estamos dispuestos a pelear por ello.

Aunque no está bien visto reconocerlo, la verdad es que estamos agresivos, frustrados, peleones, irritados, más allá del tema de partidos o de matices ideológicos. Y lo estamos porque no entendemos nada de lo que nos está pasando, salvo que no es nada bueno en cualquier caso. Por supuesto que necesitamos elecciones, dictámenes judiciales y valoraciones financieras para aclarar la situación de muchos y la voluntad de todos, es algo imprescindible. Pero también necesitamos respirar todos los días y eso no es suficiente. Sabemos, eso sí, que nos van a reformar como un traje viejo, en el trabajo, la sanidad, jubilación, autonomías, educación y todo lo demás. Pero no sabemos ni por qué y, sobre todo, para qué. Por eso estamos inquietos y crispados. Y más que estaremos, si alguien no lo remedia.

¿De verdad es mucho pedir que nos expliquen qué está pasando y cuál es el proyecto que tenemos por delante?

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_