Los alcaldes recuerdan al Viejo Profesor
Los cuatro alcaldes vivos de Madrid intentan descifrar un misterio: cómo encandiló a toda una ciudad un sobrio catedrático que llegó al cargo sin pretenderlo
Es 19 de enero de 1986. Enrique Tierno Galván ha muerto en Madrid. Cientos de miles de personas se echarán en las próximas horas a la calle. Día y noche formarán colas kilométricas para decir adiós al que ha sido su alcalde casi siete años. La mirada se detiene ahora sobre cuatro hombres.
José Luis Álvarez tiene entonces 55 años y se ha alejado de la política. Había sido el último alcalde a dedo de Madrid: lo designó en 1978 Adolfo Suárez para gobernar la capital hasta las primeras elecciones municipales de 1979. Álvarez, de UCD, fue el vencedor, pero un pacto entre PSOE y PCE le dejó sin el cargo. Se marchó camino de un ministerio y dejó a José María Álvarez del Manzano, su número dos, de portavoz.
Barranco: "Pensó de mí: 'Este es el chico que me ponen para controlarme"
Gallardón: "Fue un precursor. Marcó la pauta a los alcaldes que hemos seguido"
Gallardón: "Quitó el miedo a la izquierda porque él inspiraba todo menos temor"
Barranco: "En la alcaldía sufre una transformación. La ciudad le gana"
Álvarez: "De las elecciones, recuerdo a mucha gente con el puño en alto"
Manzano: "El PSOE creyó que fracasaría y se encontró un personaje"
Gallardón: "Estaba en los márgenes de la política. No se le juzgaba igual"
Manzano: "Las colas el día de su muerte eran las mismas que con Franco"
Álvarez del Manzano tiene, ese enlutado 19 de enero, 48 años. Y sigue como jefe de la oposición, esta vez con Coalición Popular. Un día alcanzará la alcaldía, pero para eso aún queda un lustro. En su grupo hay un bisoño edil de 27 años, Alberto Ruiz-Gallardón, que se ocupa de asuntos de personal.
Pero el que tiene la papeleta más difícil aquel día es el socialista Juan Barranco, de 38 años. El 19 de enero de 1986 se dispone a suceder al alcalde más popular de Madrid.
Los cuatro se han sentado otro 19 de enero, 25 años después, en torno a una mesa. José Luis Álvarez escucha casi todo el tiempo; a veces se le escapa un "sí, hombre... Eso no fue así". Barranco, Álvarez del Manzano y Ruiz-Gallardón se quitan la palabra durante dos horas tratando de desentrañar el misterio de la popularidad de Tierno Galván.
EL PROFESOR
Tierno, profesor universitario represaliado por el franquismo, erudito, sobrio, moderado en las formas, tolerante antiguo, ilustrado y rococó, llegó al PSOE procedente del PSP pocos meses antes de que su partido le presentara a la alcaldía. "Sin muchas ganas ni esperanza de que saliera", decía él mismo. "Pero he aquí que salgo, por hechos azarosos".
Manzano. Yo lo conocí mucho antes... ¡Llevaba pantalones cortos! Los promonárquicos se reunían en mi casa y Tierno acudía a esas reuniones. Yo era un niño, entraba en el salón y allí estaban. Él me llamaba José María y me tuteaba; luego, cuando coincidimos en la plaza de la Villa, ya en política, me trataba con especial afecto, pero de usted; José María, pero de usted. En 1981, siendo él alcalde, fuimos de visita oficial a Portugal y él, en un momento dado, dijo: "Perdonadme, me voy a ver a don Juan de Borbón".
Álvarez. No traté mucho a Tierno. Pero recuerdo perfectamente el día de las elecciones de 1979. La votación había sido muy igualada. Estaba la calle llena de gente y mi esposa y yo íbamos del Gobierno Civil al Ayuntamiento. La gente levantaba el puño a nuestro paso, aunque no nos pegaron. Así todo el camino. ¡Todo el tiempo los puños levantados!
Barranco. Tierno era representante de la vieja izquierda marxista. Pero su prioridad, por encima de eso, era la democracia y la libertad. Por eso yo creo que pensó que, en un momento dado, don Juan podía jugar un papel.
Manzano. Es que el personaje de Tierno es curioso: al principio no le gustaba la gente. A los diplomáticos les daba clase en su casa y de uno en uno, no quería clases masivas... El PSOE creía que iba a fracasar como alcalde y se encontró un personaje que...
Barranco. Eso es un juicio de valor...
Manzano. No, no. Tierno no le gustaba nada ni a Felipe González ni a Alfonso Guerra.
Gallardón. Dime, Juan, si el PSOE en 1979 hubiera pensado que tenía posibilidad cierta de ganar las elecciones, ¿hubiese puesto a Tierno de candidato?
Manzano. No.
Barranco. No lo sé... Tierno como candidato a la alcaldía es algo que extrañó un poco a todos. Y ahí él sufre una transformación. ¡Nunca había pensado en ser munícipe! Y de repente se encuentra con que es alcalde y yo creo que la ciudad le gana. Es como cuando el padre Llanos se fue al Pozo del Tío Raimundo a cristianizar y el Pozo lo transformó a él.
Gallardón. ¿Creéis que eso le pasó? ¿Que él construyó un personaje? Si lo hizo, él escribió el guión, no se lo escribió nadie...
Manzano. Tierno no sabía cómo iba a encajar en Madrid. De pronto, una persona a la que antes no le gustaban las masas... De pronto le gusta estar en la calle, estar con la gente... ¡Se transforma! Él, en contacto con la gente, se transformó.
Barranco. En 1983 ofrecimos ser número dos a varios, ¡y nadie quiso! No voy a dar nombres porque algunos tienen altísimos cargos en este momento. El PSOE había ganado el Gobierno central y dijo: "Bueno, hay que ponerle un número dos a Tierno".
Gallardón. Paréntesis: eso es lo que siempre hacen los partidos cuando desconfían del número uno [risas].
Barranco. En la sala de máquinas tenía que haber alguien. Al final me dijeron: "Venga, tienes que ir tú". Yo era el responsable de Política Municipal en el PSOE, pero no tenía pensado ir al Ayuntamiento. Fui porque no quiso nadie.
EL ALCALDE
"Estamos haciendo un esfuerzo para saber ganar con dignidad", afirma Tierno en su discurso de toma de posesión de 1979; en el segundo, 1983, añade: "Debemos tener el convencimiento de que somos perfectibles".
Gallardón. ¿Cómo iniciaste tú la relación con Tierno, Juan?
Barranco. Pues con cierta frialdad. Él pensó: "Este es el chico que me pone el partido para controlarme". Y yo pensé: "Madre mía, qué papelón". Pero tenía que despachar con él todos los días a las nueve de la mañana, y aquello fue cambiando, fuimos cogiendo confianza... Hasta que ya no me vio como el chico que le había puesto el PSOE sino como un colaborador. Yo tenía 36 años y fue la etapa más feliz de mi vida política. Trabajaba mucho pero terminaba y cogía mi R12... ¡Eso de la movida yo no sé qué es pero yo la viví! Poco antes de su enfermedad, un día me había dicho: "Oiga, Juan, si usted está de acuerdo, nos volvemos a presentar". De verdad, fue la etapa política más feliz.
Gallardón. ¿Más que cuando fuiste alcalde?
Barranco. ¡Mucho más! Era muy gratificante. Además, tenía vida privada: me iba a los conciertos de Los Ramones, o al Rock-Ola. Después se acabó el R12, los conciertos y todo... Tierno y yo terminamos haciéndonos amigos. Un día le digo: "Mire don Enrique, yo dejé el banco y me metí en la política por no madrugar [risas de todos]. ¿Qué necesidad tenemos de estar aquí usted y yo a las nueve de la madrugada?". Y se tronchaba. Él llegaba a las ocho, aunque luego por la tarde tenía que descansar. Me acuerdo una vez que quedamos con el presidente Suárez y a las cuatro de la tarde don Enrique se levanta y dice: "Ustedes tendrán que hablar de sus cosas". ¡Y deja a Suárez allí, conmigo! [risas]
Gallardón. Pero fíjate, cualquier otro alcalde de otro municipio o de otra época le hace eso al presidente del Gobierno y vamos... Pero Tierno tenía una autoridad moral que le permitía hacer esas cosas; estoy convencido de que Suárez no se ofendió. Asumías que era extravagante, en el sentido jurídico del término: estaba en los márgenes de la política. No se le juzgaba igual. Y otro valor fundamental de la figura de Tierno es que es el primer dirigente de izquierdas que alcanza el poder en la Transición. Se convirtió en referente: mucha gente tenía dudas sobre cómo sería un gobierno de izquierdas y él consiguió quitar ese miedo, porque inspiraba cualquier cosa menos temor.
Barranco. ¿Os acordáis de los trajes grises que llevaba?
Gallardón. ¡Siempre cruzados!
Barranco. Pues una tarde se presentó en casa y le dice mi hijo pequeño: "Oye, ¿tú no tienes nada más que un traje?". Él le respondió que vestía siempre igual por fidelidad a sí mismo. Y luego añadió: "El mejor asesor de imagen es uno mismo".
Gallardón. Tenía una ética de austeridad. Yo entré en el Ayuntamiento con 24 años. Mi padre había sido abogado de Tierno en una de las causas que tuvo en la Universidad. Y, cuando entro yo, mi padre me dice: "Te tienes que presentar. Ve a su despacho y te presentas". Así que fui y me presenté. Tierno siempre jugó a ser viejo, incluso cuando era joven. Jugaba a esa estética, pero la verdad es que imponía.
Manzano. [...] Habíamos decidido pedirle la dimisión. Y yo, por mi cuenta, subí al despacho la víspera y le conté que estaba preparando el discurso. Me escuchó atentamente y me dijo: "José María, es usted muy joven. Eso no lo debería usted haber hecho, me debería haber sorprendido. El mejor ataque es la sorpresa, ¡y usted va y me lo cuenta!" [risas].
EL DUELO
Cuenta Álvarez del Manzano que, poco antes de morir, Tierno le llamó a su despacho para decirle algo: "Tengo cáncer, me voy a morir. Por favor, intenten ustedes entenderse". Así, sin adornos, sin ninguno de los adjetivos castellanos a los que acostumbraba. La manifestación de duelo que se produjo en la capital tras su muerte fue la de una ciudad de huérfanos.
Barranco. Tierno se puso malito, pero no lo contó. Yo lo supe por los médicos. Me acuerdo que un día paseando por la plaza de la Villa me dicen: "Esto es muy serio. Es muy grave". Él no se quería dar por enterado y seguía yendo todos los días al despacho a las ocho de la mañana. Hicimos un viaje a Figueras para ver a Dalí, que quería enseñarnos el dolmen que luego se puso en la plaza que lleva su nombre; Tierno ya iba muy malito, los escoltas y yo caminábamos por delante para que no se cayera, los pies se le habían hinchado... El viaje del aeropuerto a Figueras fue horroroso para él. Pero seguía con su ritmo. Y después un día se cayó en el cuarto de baño. Los médicos aprovecharon y ya es cuando lo hospitalizan.
Manzano. Yo le visitaba en la Ruber. Él tenía dudas enormes de que todo terminara aquí, de que no hubiera nada después. De hecho Encarnita [la esposa de Tierno] pidió un funeral en San Francisco el Grande.
Barranco. No, vamos a ver... Él era agnóstico, aunque no ateo. Pero cuando ya estaba en el hospital hay un intento muy feo y muy burdo... Llegó una periodista del Opus con un sacerdote e intentó meterlo en la habitación. Y él dijo que no pasaba. No, ni hablar, eso que dicen de que al final los grandes hombres piden un confesor... En el caso de Tierno, no. Era agnóstico y muere como agnóstico. Cuando expira estábamos en la habitación Encarnita, su hijo Enrique, Raúl Morodo y yo. Raúl se desvaneció, tuvimos que sentarlo.
Gallardón. Era un agnóstico muy respetuoso. Cuando le pidieron que quitara el crucifijo del salón de plenos se negó y lo explicó así: "Esto es, ante todo, un símbolo de paz".
Barranco. Sí, pero hizo algo más: mantuvo el crucifijo y puso al lado la Constitución. Yo sé que no voy a volver a ver en mi vida una expresión de duelo, respeto y cariño como la del día después de su muerte, estoy convencido. Tierno demostró que se puede ser político y ganarte el corazón de la gente. Ahora que estamos tan desprestigiados...
Manzano. Pero las colas eran las mismas que se produjeron cuando se murió Franco. ¡Las mismas colas por el mismo sitio! Eso es lo curioso.
Pregunta. ¿Y la misma gente?
Manzano. No lo sé... Pero ese fenómeno absolutamente sorprendente se ha producido en esos dos casos: Franco y Tierno. Mirad, cuando murió el alcalde, Manuel Fraga, que había sido compañero suyo de promoción, quiso ir a la capilla ardiente. Fuimos andando desde la calle Bailén hasta la Casa de la Villa...
Gallardón. Sí, estábamos allí todos los concejales. Juan [Barranco] quiso que todos lo velásemos por turnos.
Manzano. ... Y cuando pasábamos por la calle Mayor la gente aplaudía a Fraga. Y me decía él: "¿Te das cuenta el pueblo qué difícil es de gobernar? Vamos a dar el pésame por Tierno y me aplauden a mí".
Gallardón. Bueno, yo creo que eso es porque, en un momento así, la gente aplaude al que se suma al duelo. De todas formas la pregunta sigue ahí: ¿por qué hubo esa reacción popular? ¿Por qué en seis años se ganó así a la gente?
Manzano. Porque supo adentrarse en la gente, sobre todo en los jóvenes.
Barranco. Era muy asequible. Llegaba a los actos y le decía a los policías: "Quite la valla". Se dejaba acariciar. Tenía esa imagen de intelectual, pero como alcalde fue muy cercano. Y sí, siendo el Viejo Profesor, es el alcalde que mejor conectó con la juventud [...] La persona que organizó todo lo del entierro fue Pilar Miró. Todo aquello de la carroza, los caballos... fue Pilar.
Manzano. La carroza era la misma en la que llevaron el cadáver de Joselito. Y los caballos que la tiraban eran los de la película Gary Cooper que estás en los cielos que estaba rodando Pilar Miró. ¡Se trajo los caballos!
LA CIUDAD
Tierno llegó a disfrutar, según contó, de la "función" de alcalde, aunque le pesaba el "puesto" y su "retórica". Al llegar al capítulo de la gestión, la mesa de alcaldes de Madrid se agita.
Gallardón. A Tierno no se le recordará por la gestión, sino por lograr una cosa que muy pocos políticos consiguen: identificar un sentimiento. Y esa es la clave del liderazgo. Él identificó el sentimiento de Madrid.
Manzano. Yo insisto, Tierno se transformó en el Tierno que hoy conocemos. ¡No era así cuando entró! Aunque yo creo que fue un mal gestor. No se sabía los temas.
Gallardón. Pero fue un precursor. Marcó unas pautas que después seguimos Juan, Agustín [Rodríguez Sahagún], tú y yo.
Manzano. ¡A ti no te admiten que no te sepas lo que pasa en Leganitos!
Gallardón. Estoy de acuerdo con eso. A Tierno le preguntaban de cualquier problema y se entendía que bueno, ya te respondería el concejal responsable. Además, la transformación física de la ciudad es mínima. Sin embargo, es un precursor. La transformación que él inicia marca la pauta a los alcaldes que hemos seguido después. Desde quitar el scalextric de Atocha, que supone quitar espacio al coche para volver al peatón, a la recuperación del río. Alguien me dirá: "No compares soltar unos patos con la macroobra de la M-30 y la recuperación del río que hemos hecho ahora". Bueno, pero él fue quien puso el dedo en la llaga, él hizo que los madrileños recordáramos que teníamos un río. Él puso los puntos en los que había que mirar.
Manzano. Bueno, bueno... El que empezó a poner parques fue José Luis [Álvarez]. Y el plan de saneamiento lo inventó Florentino Pérez con el alcalde [Juan de] Arespacochaga.
Barranco. A ver, esa idea tan extendida de que Tierno era un mal gestor es incompleta. Hizo muy buenos equipos. En 1979 ninguno teníamos ni idea de qué era un Ayuntamiento, las calles estaban llenas de barro, no había saneamiento ni agua corriente en miles de viviendas... Una ciudad con carencias espantosas. Tierno tuvo una idea muy clara: el reequilibrio de la ciudad. Se hicieron muchísimas cosas. También hubo errores: volver a poner los serenos, por ejemplo.
Manzano. Juan, contemos la historia de verdad. Madrid se hubiera inundado de no ser por un alcalde generosísimo con muy mala prensa, García Lomas, que hizo el colector. ¡El Plan de Saneamiento lo hizo Arespacochaga y la ordenación de espacios verdes la hizo José Luis!
Álvarez. Sí, en el periodo mío teníamos una dotación económica mínima. Entonces lo que hicimos fue arreglar rincones. Hacíamos parques que eran a veces del tamaño de esta habitación, pero supusieron una transformación grande para algunas zonas.
Manzano. ¡Y las Cárcavas las urbanicé yo! ¡Y el primer gran edificio junto a los recintos feriales lo hago yo!
Barranco. No, no, todo eso está planificado de la época de Tierno. Y Mercamadrid...
Manzano. Oye, oye, que yo expropié terrenos para Mercamadrid.
Barranco. ¡Y los de la Caja Mágica se expropiaron siendo yo alcalde!
Gallardón. Alcaldes, ¿sabéis la conclusión que saco yo de todo esto? Que por mucho tiempo que hayamos estado al frente de la alcaldía nada de lo que hemos hecho lo hizo solo uno de nosotros. Al final todos somos continuadores de todo y nunca terminamos nada.
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