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OPINIÓN
Columna
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Qué piensa Joan Rosell

Joaquín Estefanía

A mediados de los noventa, recién llegado a Fomento del Trabajo Nacional (FTN), Joan Rosell envió por Navidad a sus conocidos un libro: Capitalismo, de Arthur Seldon, presidente del Institute of Economic Affairs, uno de los think tanks más cercanos al thatcherismo. El texto es una glorificación sin matices del sistema capitalista que, siguiendo la estela de lo que fue la tesis del fin de la historia, se había alzado, al fin, con la victoria. "El capitalismo no pide defensa, sino alabanza", se dice, y se defiende que para que las cosas funcionen "el objetivo no debe ser el Estado limitado, basado en el impreciso principio de las funciones propias del Gobierno, sino el Estado mínimo".

El nuevo patrón de patronos es partidario de un pacto social entre lo público y lo privado, sobre la austeridad

Enviar un obsequio así solo podía significar que Rosell, que venía de unas posiciones antaño más "fraguistas", avalaba entonces los contenidos ultraliberales de Capitalismo y era partidario del minimalismo público en la economía. En 2010, poco antes de ser elegido presidente de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE), Rosell publicó un libro en colaboración con Joaquín Trigo, un excelente economista proveniente también de las filas de FTN: ¿Y después de la crisis, qué? (Deusto). Siendo tan reciente, sus ideas pueden servir para iluminar el pensamiento del nuevo patrón de patronos, en relación a una coyuntura que se caracteriza porque no solo no se ha crecido, sino que se ha ido hacia atrás.

Hay un párrafo que podría explicar las diferencias en los énfasis entre aquella hagiografía que Rosell avaló en 1995 y lo que ahora defiende: todo el mundo tiene derecho a cambiar de opinión, especialmente cuando este mundo ha dado varios saltos mortales en poco tiempo. No pasa nada; que nadie tenga miedo por haberse equivocado mucho y por mucho tiempo. Nadie podía prever lo que sucedería. Ahora es difícil reivindicar el Estado mínimo, ya que los problemas están en uno y otro lado, en los impuestos y en el gasto, en "el mercado como en el Estado", en la deficiente regulación y el exceso burocrático de lo público como de lo privado.

Rosell enumera las reformas que hay que hacer (educativa, laboral, el sistema tributario y legal, justicia, mejora de la eficacia de las Administraciones públicas y el Estado de las autonomías, energía, tecnología, la sanidad y gasto público), pero no incluye la financiera, que es la prioridad de nuestros días. Sobre las pensiones destaca que existe casi un millón de pensionistas por invalidez, "lo cual es absolutamente imposible porque el país no sale de una guerra ni ha soportado una catástrofe reciente", luego existe una bolsa de fraude pagada y consentida por todos a cargo de los impuestos.

Pero el eje del libro está en su apuesta, muy vehemente, de la necesidad de un gran pacto social entre todos los grupos sociales, entre el sector público y el privado, ya que no habrá dinero para todo ni para todos, y habrá de consensuarse una austeridad compartida. Esta opinión estimula la posibilidad de que ahora pueda llegarse a algo. Veremos. -

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