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La inversión millonaria de los empresarios chinos en Estremera entra en punto muerto

Los empresarios orientales no ejecutan la opción de compra por los terrenos y dejan en el aire una 'ciudad' industrial que generaría 7.000 empleos

Juan Diego Quesada

La promesa de invertir 2.500 millones de euros y crear 7.000 puestos de trabajo con la creación de un centro industrial financiado por empresarios chinos ha soliviantado durante meses a toda una comarca. El alcalde de Estremera, pueblo en el que se ubican los terrenos, viajó hace tres años a China para explicar las bondades del plan en primera persona. El megaproyecto generó una expectación desorbitada en una zona agrícola, colindante con Cuenca, donde gusta mucho la caza. Los inversores orientales incluso firmaron ante notario una opción de compra por las tierras. Pasados seis meses, no la han ejecutado y no han vuelto a dar señales de vida.

"Tuvimos en cuenta que era una iniciativa empresarial que iba a revitalizar la zona. Era muy importante para todos que esto saliese adelante. Pusimos un precio bajo por el bien común", cuenta uno de los propietarios implicados, Juan Carlos Cosío, el dueño de la finca Los Arenales, la explotación agropecuaria más importante de la zona. Terratenientes y agricultores de los alrededores refrendaron ante el notario Domingo Paniagua, de Arganda del Rey, un precio por debajo de mercado. Era finales de febrero y dieron medio año de plazo para que los magnates ejecutaran el pago. No se hizo. "Se apostó mucho por el tema, pero todo el interés que mostraron al principio no se vio reflejado a la hora de apoquinar", añade Cosío.

El alcalde confía en salvar un proyecto que reinventaría el pueblo

El contratiempo no ha desmoralizado al alcalde de Estremera, José Carlos Villalvilla (PP). "Suponemos que no han reunido todavía el dinero, pero me han trasladado su intención de llevar adelante el proyecto. Esto no tiene que generar incertidumbre", explica Villalvilla, que a pesar de sus 37 años lleva 12 en el poder. Él mismo ha capitaneado un plan que le propusieron por primera vez en 2006. Lo hicieron unos empresarios chinos afincados en la Comunidad de Madrid.

La idea de los inversores era ubicarse en el pueblo porque encontraron las 250 hectáreas que buscaban, les salía a cuenta por el precio de la tierra y valoraban la construcción del futuro aeropuerto de Campo Real. Ciudad Económica China fue el nombre elegido.

Además de un gigantesco centro financiero y comercial, el complejo incluye hoteles, restaurantes, palacio de congresos, exposiciones... Está destinado a ser la puerta de entrada de las empresas chinas en Europa. El alcalde confía en que pese a todo siga adelante el asunto, confiesa en su despacho. La primera fase, planea, se pondrá en marcha durante los primeros seis meses del año. Una vez comprados los terrenos, habrá que mover tierra, trazar planos. A partir de ahí se iniciará la urbanización.

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Los inversores orientales no quieren hacer declaraciones. Prefieren esperar a que haya algo concreto por miedo a que el proyecto pueda descarrilar. Su deseo es acabar con la imagen de todo a 100 de los productos chinos. Con el sello "made in Spain" ganarán credibilidad en el mercado europeo. De paso, al enviarlos a su país tendrán mayor atractivo para los consumidores. "Hacemos todo lo posible para traer riqueza a este pueblo. Y eso pasa por traer el complejo chino. Lo hemos comentado a la Comunidad de Madrid, hay las mejores intenciones", cuenta Villalvilla. El PGOU, aprobado en pleno, incluye ya la ciudad china. Solo el 15% del suelo se destinará a vivienda. "Queremos que la actividad genere casas, no al revés", agrega.

Los propietarios de los terrenos, una treintena de personas de Estremera, pero también de Fuentidueña del Tajo y municipios cercanos, no son por ahora muy optimistas, sobre todo después de vencer el plazo de compra. La operación de adquisición de tierras se cifró en unas cantidades cercanas a los 12 millones de euros. "Esto tiene pinta de cuento chino", resume uno de ellos. "No hay nada seguro. Lo único cierto es que las cosas están en el aire. Sería una sorpresa que todo se reactivara de nuevo. Si al menos nos hubiesen dado unos plazos, pero ni eso", interviene Cosío,

La realidad es que en Estremera (1.540 habitantes) están curados de espanto. En 2008 se instaló la cárcel a unos siete kilómetros de la población. Nadie se opuso al proyecto porque se vendió como una fuente de ingresos y empleo para los autóctonos. Una portavoz de Instituciones Penitenciarias explica que se procura que para la construcción del penal se emplee a empresas de la zona. Una vez levantada, el empleo público no se puede distribuir a dedo. "Aun así", se queja el alcalde, "teníamos la esperanza de que se emplease a unos cuantos de aquí, pero ni eso". Un buen número de vecinos se metieron a decoradores. Rehabilitaron viviendas derruidas para vendérselas a los funcionarios que destinaran aquí. Ahí siguen intactas. Ellos prefieren otras poblaciones cercanas con más bullicio. "Por desgracia no hemos tenido beneficios. Ha sido un chasco", remata el primer edil.

La llegada de una gran inversión ha generado grandes expectativas en un pueblo con una tasa de paro que fluctúa entre el 12% y el 14%. También los hay recelosos. Por el arcén, a media mañana, pasea Florentino Sanz. "Se van a hacer los amos. Prefiero que no vengan", opina sobre los empresarios chinos. "¿De dónde sacarán tanto dinero? Qué barbaridad". Pone una mueca de disgusto incluso cuando le cuentan el número de empleos que se especula que va a generar. "Por cierto, ¿no irá usted para Madrid?", dice. María, calle abajo, con una barra del pan bajo el brazo, apoya el desembarco: "Bienvenidos sean. O se le da un poco de vida a esto o tenemos fecha de caducidad. Todo el dinero que se invierta tiene que ser bien recibido". La pelota está ahora en el tejado de los magnates chinos. En Estremera, a miles de kilómetros, aguardan con los brazos abiertos. Todo un pueblo espera que por una vez los sueños se cumplan.

Sobre la firma

Juan Diego Quesada
Es el corresponsal de Colombia, Venezuela y la región andina. Fue miembro fundador de EL PAÍS América en 2013, en la sede de México. Después pasó por la sección de Internacional, donde fue enviado especial a Irak, Filipinas y los Balcanes. Más tarde escribió reportajes en Madrid, ciudad desde la que cubrió la pandemia de covid-19.

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