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Columna
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Lechugas

David Trueba

Años atrás hizo fortuna la descalificación que un personaje de La noche se mueve de Arthur Penn aplicaba a las películas del cineasta Eric Rohmer. "En ellas se puede ver crecer la hierba". Ese desprecio de la lentitud define nuestra época, por más que encontrar la velocidad propia sea el reto de una vida. Ángel Martín ha justificado su abandono del Sé lo que hicisteis, porque la tele le aburre y prefiere irse a ver crecer las lechugas de su huerto.

Ángel Martín conoce lo que tiene la televisión de falsa velocidad. Su hora y media diaria combatía con relleno propio la chocante prohibición judicial de utilizar imágenes de otros canales, particularmente Telecinco. Así, el espacio dedicado a la crítica y la demolición de la televisión de sobremesa se convertía irremediablemente en otro programa de sobremesa.

Él viene de la escuela del monólogo cómico, establece un vínculo con el espectador basado en el malestar inteligente, el gruñido melancólico, lleno de resentimiento contra la guapura, el éxito, los valores del triunfo y la felicidad catódica.

Al anunciar su marcha en directo, uno de los colaboradores, Dani Mateo, se sentó en la mesa del plató y el tablero de madera se desencajó desvelando la cochambre oculta tras los colores pastel y la luz restallante.

De cerca, un decorado de tele siempre está desconchado, sucio, con poliespán gastado. Puede que Martín esté fatigado de ese paisaje, pese a tener a su lado colaboradores brillantes y guapos como Miki Nadal, que aparenta ser el tipo más sano de la televisión, una especie de hijo feliz del mítico Fernando Esteso; o Patricia Conde, que le cantó Vete, me has hecho daño, vete, y daban ganas de pasarse junto a ella la vida entera, esperándola a la salida de las clases de afinación.

Cuando alguien se va de la tele se le quiere más, pese a que nadie le termina de creer. Pero por contraste a la agitación insustancial del medio, ver crecer una lechuga puede ser apasionante. La lechuga, como la tele, necesita que el suelo esté muy estercolado, y para evitar la acidez de su sabor los expertos le añaden un poco de cal al terreno. Ángel Martín, en la empalagosa sobremesa televisiva, era bendita cal viva.

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