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La crisis del euro
Columna
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¿Quién manda aquí?

Bruselas desafía las reticencias de Berlín y París a sus propuestas

Xavier Vidal-Folch

Cualquiera que estos días se acerque al presidente Durão Barroso, comprobará que la lluvia de Bruselas está aflorándole una nueva personalidad. Quizá porque se da por descontado que este su segundo mandato será el último. Quizá porque los alemanes le infligieron el 9 de mayo en el Ecofin una dolorosa afrenta en avieso pago a su dócil complacencia histórica: le hicieron trizas ante sus propias narices la propuesta de un fondo de rescate con garantías europeas y gestionado por la Comisión. Quedó en algo muy intergubernamental. Quizá porque el presidente francés le humilló aplazando su reelección. Quizá también porque el fantasma de Jacques Delors ulula en las paredes del Berlaymont, Barroso ha hecho bíceps europeístas propios.

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Está decidido, como nunca se le vio, a "sacar adelante, pese a todas las resistencias" la ampliación y la flexibilización del fondo de rescate. Y no "para ayudar a Portugal o a España", confiesa el portugués en la intimidad, "sino para consolidar el euro y defender a Europa". Es su desquite.

Para ello se ha conjurado con Strauss-Kahn y con Trichet. La apuesta es desarmar los recelos no solo al fondo sino a toda la nueva arquitectura de gobernanza económica europea (eurobonos incluidos) de los líderes, Alemania y Francia, dándoles lo que, en el fondo, desean. A Berlín, garantía absoluta sobre la credibilidad de las políticas de estabilidad macroeconómica y ortodoxia presupuestaria; a París, el refuerzo institucional donde se deban desarrollar esas políticas. Bruselas espera así rehacer su erosionada alianza con el Consejo.

Pero hay un tercer actor, el Parlamento. Y el pulpo acecha. La Comisión pidió ayer su apoyo en otro elemento clave de la nueva gobernanza, el "semestre europeo" diseñado para vigilar a la política fiscal y la macroeconómica ex ante, antes de que se perpetren barbaridades en los presupuestos o los cuadros macro. El equipo del comisario Olli Rehn, y el de la renovada célula de prospectiva, se desplegaron en una conferencia sobre este nuevo instrumento. Exhortaron a los parlamentarios presentes a recuperar el automatismo de las sanciones a los países incumplidores del Pacto de Estabilidad, ya combatido por el Consejo, sobre todo por Francia. "Está aún encima de la mesa", alega Rehn. Un cierto automatismo debiera garantizar que el Pacto no será burlado por los afectados, como lo fue por Francia y Alemania en 2003.

El "semestre" busca mejorar los exámenes ex post del déficit. Durante años España lucía equilibrio o superávits presupuestarios, mientras por debajo la termita inmobiliaria corroía la sostenibilidad del modelo. Pero nadie reaccionó. En teoría, durante el "semestre" habría aparecido ese vicio, o el excesivo gasto público irlandés. En teoría. Algunos cuestionan su utilidad inmediata. "Quizá sí para la próxima crisis", apuntaba Daniel Gros, director del CEPS, escamado porque tanto Grecia como Irlanda habían obtenido la bendición a sus programas de estabilidad, y los mercados los tumbaron. O porque las pruebas de resistencia a la banca se desmayaran en Dublín. "¿Qué garantías tenemos de que los próximos serán más rigurosos?". El problema "son los supervisores nacionales", replicaba el segundo de Rehn, Marco Buti.

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