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Reportaje:Empresas & sectores

Las compañías tiran de agenda política

Aumenta la presencia de antiguos miembros del Gobierno en los consejos de las grandes firmas

Miguel Ángel García Vega

¿Se han parado a pensarlo? ¿Cuánto vale la agenda de Felipe González? ¿Y su capacidad de negociación? La intuición nos dice que mucho. En un mundo cada vez más ancho y ajeno, en el que la internacionalización de las empresas cotizadas es un requisito obligatorio, disfrutar de los contactos de un ex presidente del Gobierno (1982-1996) resulta un asidero para generar negocio. Así que los 126.500 euros que percibe al año por formar parte del Consejo de Administración de

Gas Natural parece que se justifican con cierta facilidad. "Soy un gran partidario de que las empresas españolas, especialmente las más globalizadas, incorporen a sus consejos a personas como Felipe González, que tienen un elevado conocimiento de España, un gran prestigio internacional y contactos del más alto nivel", reflexiona Guillermo de la Dehesa, consejero del Banco Santander y antiguo secretario de Estado de Economía y Hacienda. Y apostilla: "Debería ocurrir mucho más a menudo, porque si no se despilfarran recursos humanos muy valiosos para el país".

Las empresas buscan personas que puedan negociar al más alto nivel internacional

Si esta es su preocupación, Guillermo de la Dehesa puede estar tranquilo. Cada vez son más los políticos que se ven seducidos por el mundo de la empresa. Juan Costa, Jordi Sevilla, Josep Piqué, Rodolfo Martín Villa, Rodrigo Rato, Isabel Tocino, Narcís Serra, José María Aznar, Javier Solana, Luis de Guindos... La lista es muy larga. Al fin y al cabo, como señala Matías Rodríguez Inciarte, ex ministro de la Presidencia con Leopoldo Calvo-Sotelo entre 1981 y 1982 y actual vicepresidente tercero del Santander, "la política proporciona una visión de las cosas desde el otro lado", lo cual ayuda a entender con más precisión cómo se construyen las relaciones entre el Estado y la actividad empresarial.

Esta habilidad para comprender ambos universos quizá sea la cualidad más apreciada por las grandes corporaciones a la hora de incorporar un político a sus filas. Aunque todo depende de su perfil concreto. "En el caso de un ex presidente de Gobierno, lo que busca la empresa son sus relaciones personales, su agenda y su capacidad legítima de influencia", valora Julio Gómez-Pomar, director del centro de innovación del sector público de PricewaterhouseCoopers y el Instituto de Empresa. Y hace una matización interesante: "En España, el concepto de lobby o influencia tiene una connotación negativa y no debería ser así". Al fin y al cabo, "vamos hacia un mundo empresarial muy regulado y para moverlo van a ser necesarias cada vez más palancas procedentes del mundo político", advierte Krista Walochik, presidente de la firma de cazatalentos Norman Broadbent.

"Palancas". Suena inquietante, ¿verdad? Sin embargo, es cierto. "Un político aporta, entre otras cosas, un gran conocimiento del ámbito regulatorio en una administración concreta", precisa Alfonso Jiménez, socio director de la consultora PeopleMatters. O sea, habilidad para desenredar madejas legislativas en áreas como infraestructuras o telecomunicaciones. Y, a la vez, "entender mejor los procedimientos de entrada en nuevos mercados y los pecados que no se pueden cometer en ellos", reflexiona Diego Sánchez de León, socio de Accenture de Talento y Organización.

A todo esto hay que sumarle "una correcta visión del mundo y la política global, que es el marco en el que se desenvuelven muchas de las actividades de las multinacionales", concreta José Manuel Lancha, director general de la consultora Villafañe & Asociados. Es la famosa "diplomacia corporativa". No hay que olvidar que actualmente "hay compañías que tienen el tamaño de un Estado y se necesitan personas que puedan negociar y alcanzar consensos al más alto nivel internacional. Y en este escenario, los políticos de renombre resultan muy útiles", desgrana Alberto Bocchieri, socio de la firma de head hunters Neumann International.

Cada político, por lo que estamos viendo, es un mundo y las empresas persiguen cosas distintas. "Además, no vale cualquiera para cualquier puesto", advierte José Medina, presidente de la consultora Odgers Berndtson. "Pues junto a los conocimientos y la experiencia tienen que ser capaces de interiorizar los objetivos de la compañía a medio y largo plazo". Y hay otra salvedad. El tránsito de lo público a lo privado suele ser complejo. El político a veces tiene la duda de cuándo volverá a la vida política y abandonará la compañía. Esta mirada desde la temporalidad le puede perjudicar en su aventura empresarial.

Aunque siempre hay matizaciones. "Trabajar en un sector o en otro no imprime carácter, sino el haber trabajado en ciertas circunstancias y con unas determinadas experiencias", puntualiza Cándido Pérez, socio responsable de administraciones públicas de KPMG. Acorde con su criterio, "no se busca un político en abstracto, sino al profesional y a la persona concreta".

Ahora bien, y el político ¿por qué se pasa a la empresa privada? Frente a esta pregunta surgen respuestas tanto espirituales -"satisfacer su ego", dice Alberto Bocchieri- como materiales -"una búsqueda de mayores ingresos", apostilla el consultor Enrique Alcat.

Y es que la diferencia entre lo que se percibe en la vida pública y en la privada resulta bastante grande. Si repasamos los ingresos de los antiguos políticos que ahora pertenecen al Consejo de Administración del Banco Santander (una de las entidades, por cierto, más transparentes a la hora de comunicar las retribuciones), veremos estas diferencias.

Por ejemplo, Matías Rodríguez Inciarte percibió, según los datos que figuran en el Informe de Auditoría y Cuentas Anuales del banco, el año pasado por diferentes partidas 5.339.000 euros; junto a él, otros ex políticos que pertenecen al consejo de la entidad también tuvieron unas elevadas retribuciones salariales: Guillermo de la Dehesa, 386.000 euros; Abel Matutes, 192.000; Luis Ángel Rojo, 225.000; Isabel Tocino, 132.000. Todas muy por encima de los 78.185 euros que, pongamos por caso, gana José Luis Rodríguez Zapatero o los 73.486 del vicepresidente del Gobierno Alfredo Pérez Rubalcaba.

Además de esta diferencia salarial, otra singularidad es que en España resulta muy difícil encontrar altos ejecutivos que hagan el viaje que lleva de la empresa a la política. Si bien Manuel Pizarro, ex presidente de Endesa, puede ser, tras su fugaz paso por el PP, una excepción a esta norma, lo cierto es que en nuestro país esta situación es una rara avis. Sin embargo, no ocurre así en el mundo anglosajón. De hecho, el primer ministro británico, David Cameron, ha nombrado a Stephen Green, antiguo presidente del gigante bancario HSBC, ministro de Comercio e Inversión.

Mientras todo esto sucede, existe un mar de fondo que reclama cambios. "De la misma forma que los políticos pueden entrar en la empresa, los empresarios deberían ejercer la política, no tanto de partido, sino de Estado", comenta Enrique Alcat. Y concluye: "La experiencia de directivos y empresarios debe buscar su espacio en la política, pero no como gancho electoral y momentáneo, sino como algo permanente y duradero". O sea, compromiso.

Los ex presidentes Felipe González y José María Aznar, en una reunión en 1977.
Los ex presidentes Felipe González y José María Aznar, en una reunión en 1977.RICARDO GUTIÉRREZ

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Sobre la firma

Miguel Ángel García Vega
Lleva unos 25 años escribiendo en EL PAÍS, actualmente para Cultura, Negocios, El País Semanal, Retina, Suplementos Especiales e Ideas. Sus textos han sido republicados por La Nación (Argentina), La Tercera (Chile) o Le Monde (Francia). Ha recibido, entre otros, los premios AECOC, Accenture, Antonio Moreno Espejo (CNMV) y Ciudad de Badajoz.
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