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Columna
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Milonga y desafección política

El empleo neto comienza a crecer en el Reino de España, aunque lentamente, y esto a pesar de que el empleo industrial aún no ha recibido todo el necesario empuje financiero (ajustes bancarios, todavía), que llegará, y el empleo en la construcción tiende a estabilizarse, de momento, en cifras más bajas, lógicamente, que las anteriores a la crisis. Galicia pierde más empleo que la media del Reino en el año 2010, y continúa perdiendo la holgura positiva que tenía con respecto a la media general del Estado. No son buenos datos para Galicia, y definen la compleja situación del Gobierno autónomo, que con una mano no deja de imputar, por boca de su líder Feijóo, a Zapatero como culpable de la crisis en el Reino de España y con la otra mano trata de zafarse de su responsabilidad en la creciente crisis gallega. Es probable que la narración buscada o fabricada (storytelling: un argentino diría "una milonga") trate de eludir cualquier responsabilidad usando el viejo arte de descargar en los demás los desastres y en uno mismo el colmo de los bienes.

El relato político del PP y sus gentes crea más dificultades a las ya propias de la crisis

La narración política solo puede ser pedagógica cuando se hace sobre políticas aplicadas, o bien sobre ideas o ideologías apoyadas, eso sí, en todos los datos posibles, pero no en artimañas puramente retóricas que solo sirven para que la gente incremente su desafección hacia la política sobre la idea de que "todos los políticos son iguales" (de malos, se supone).

La sustancia de la versión estatal de la crisis es transversal a los partidos en la medida en que algunas cosas cruciales, como la evolución de la construcción, no fueron suficientemente controladas ni en su demanda/necesidad social real ni en su financiación compleja en peligrosa cadena de responsabilidades y riesgos. Al fondo, algo en absoluto transversal a las ideologías: la necesidad/no necesidad de la atención del Estado a esas cosas, e incluso de su intervención como Estado. Esto lo difunden unos más que otros. La presidenta Aguirre, por ejemplo, lo dice de manera constante.

Del horror al Estado de un viejo anarquista al horror al Estado de Esperanza Aguirre y de tantos otros y otras en esa línea, hay una distancia abismal: el viejo anarquista veía la mano del poderoso y corrupto dinero decimonónico en eso que llamamos Estado, pero Esperanza Aguirre debe de ver la mano no santa de una izquierda eficiente que podría usarlo en políticas de estímulo y redistribución social. Vade retro.

Galicia no es una excepción en todas estas filosofías, al contrario. El presidente autonómico es con frecuencia objeto de interés en la prensa estatal por sus críticas (durísimas) al Gobierno, entre otras aventuras extraterritoriales de nuestro jefe del Ejecutivo, que aprovecha el viaje también para apoyar vivamente al señor Cascos en su partido y para pedir elecciones anticipadas. El relato político fabricado de esa forma, que no es exclusivo ni de nuestro presidente autonómico ni del PP, pero que en los últimos meses es usado de forma masiva por esas gentes y fuerzas para crear más dificultades a las inmensas y propias de la crisis, es una de las causas centrales de la desafección política que un mes más el Barómetro de Diciembre del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) coloca en tercer lugar de la Agenda Pública, tras los dos grandes temas económicos (Paro y Problemas económicos).

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Para entendernos, la desafección política es, en estos momentos, el principal problema político de la democracia. Como para andar contando milongas y llamarle a eso "hacer política": solo es una forma de desestabilización a medio plazo que acaba, frecuentemente, por dar sus frutos bajo diversas formas y escenarios.

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