Clase de gaita en la parada
Cuatro taxistas y un barbero de Lugo aprovechan los tiempos muertos entre carrera y carrera para aprender música tradicional con la idea de formar un grupo
La más confortable de las paradas de Lugo, si se la juzga como local de ensayo para tocar la gaita, es la de la Porta de Santiago, donde tiene su negocio, en paralelo con la fila de taxis, Manolo el barbero. No es cosa ni medio extraña en los peluqueros que trasquilan cabezas de señor de toda la vida, cráneos de caballero de corte convencional, tengan aficiones melómanas y llenen de acordes su local en los ratos que no hay perillas ni patillas que rasurar. Hasta hace no mucho, en Vigo estaba Lino, el barbero de García Barbón que daba clases de violín entre navajas francesas y botellas de loción Flöid cuando echaba el cierre. En sus mejores años, mismo llegó a formar una rondalla.
Ahora van a solfeo, para tener "alguna posibilidad" en el mundo de la música
Eusebio es el que lleva en la guantera los libros de método, como el de Foxo
En Lugo, Manolo no enseña, sino que aprende, y está al mismo nivel que tres de los cuatro taxistas que estos días ensayan con él la Danza de Ribadavia. La pared espejada de la barbería les es francamente útil para corregir posturas e ir ganando la prestancia que debe lucir, por definición, un gaiteiro. Pero cuando llega un cliente a la Porta de Santiago, bien sea para rapar la nuca o para pagar una carrera hasta O Ceao, automáticamente los foles se desinflan y cada cual vuelve a la actividad que le da de comer.
Entonces, los taxistas, José, Alberto, José Manuel, que aún regresó hace poco de Barcelona, y Eusebio, guardan la gaita en el maletero y se desperdigan por la ciudad. Luego, gracias a la radio, o simplemente gracias a que Lugo es pequeña y es fácil toparse con los compañeros dando una vuelta, los conductores profesionales se juntan de nuevo para tocar una pieza en otra parada, muchas veces la de Santo Domingo, la más céntrica de la ciudad, donde no ha lugar para el miedo escénico porque siempre surgen espectadores. "Yo ya sé que si me pongo a esperar clientes en una parada tocando la flauta o el punteiro, porque la gaita es muy aparatosa para estar sentado al volante, en poco tiempo veo por el retrovisor y tengo detrás a un par de compañeros que también la tocan", cuenta Eusebio Méndez, "porque es mucha la afición que tenemos y mucho el tiempo muerto que aprovechar".
Eusebio, de 52 años, 20 de ellos como taxista, se quita mérito pero es, de todos ellos, el que más sabe. En realidad, el amor por la cornamusa late en él desde que "de pequerrecho" se crió en Santo Xusto (Palas de Rei), de donde era uno de los más célebres tocadores gallegos, el más famoso de A Ulloa, Ramiro Villamor. Después, Eusebio emigró a Barcelona y Sabadell, trabajó como tornero, en una fábrica de herramientas, y allí, como tenía las tardes libres, empezó su aprendizaje de la mano del courelán Xosé Lois Foxo, hoy director de la Real Banda de Gaitas de Ourense, que también vivía en la capital catalana.
Se compró una gaita, "muy buena, hecha por Brañas, de granadillo", la única que ha tenido en su vida y que estas últimas semanas ha viajado al taller de Seivane para un chequeo, porque "después de dos décadas andaba desajustada". En Sabadell, se convirtió en miembro activo del Centro Galego Nós, y con el tiempo aprendió lo suficiente como para iniciar en la afición a los hijos de los emigrados, que con los años formaron grupos como Keipa. "Me gusta enseñar, si un día tienes tiempo, con la flauta te doy unas técnicas y aprendes a tocar una pieza al momento", promete Eusebio a quien en este preciso momento le escucha. "Ahora, varios de los chavales a los que enseñé en Sabadell le dan mucho mejor que yo, pero a veces aún me dicen que tocan gracias a mí".
Después, con 32 años, se hizo con una licencia de taxi, y en una ciudad como Barcelona, de horas de atascos, ritmo frenético, carreras inmensas y horarios intempestivos, dejó secar la palleta. Eusebio abandonó la gaita y no volvió a abrazarla hasta que cambió la licencia para Lugo.
Hace unos meses, sus compañeros de aquí, oyéndolo tocar en las comidas que a veces organiza el gremio, decidieron que era más provechoso pasar el rato en la parada aprendiendo música que leyendo la prensa o jugando al tute con la competencia. Fueron José, Alberto y José Manuel los que lo animaron a volcarse de nuevo, de lleno, en su gran pasión, y más o menos desde octubre hacen por verse en las paradas para practicar. De las partituras se encarga Eusebio, que lleva "una biblioteca de música tradicional en la guantera" y tiene por libro de cabecera Os Segredos da Gaita de Foxo. Los demás llevan el instrumento en cuestión, o al menos una flauta, en el coche, y todos (los cuatro taxistas y el barbero) se han apuntado a clases de solfeo en Cántigas e Frores, esa asociación cultural, toda una institución en Lugo, donde les imparte la teoría Bruno Villamor, nieto del gaiteiro de Santo Xusto.
"Es que si queremos tener alguna posibilidad en el mundo de la música, es necesario que sepamos solfeo", justifican los taxistas. "Ahora, también, empezamos a hacer nuestros pinitos con el tambor, porque si al final fundamos un grupo, la percusión hace falta". Claro que el tambor no es muy práctico para el taxi. En todo caso, con esta rasca, habrá que recogerse en la barbería de Manolo.
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