Saber jugar, saber competir
Aceptó jugar el Barcelona el partido que le proponía el Athletic, en las condiciones que marcaba San Mamés, en un torneo tan épico como la Copa, y salió vencedor de Bilbao. El riesgo era mayúsculo y, sin embargo, los azulgrana salieron cantando Viva el Rey. Los barcelonistas se batieron estupendamente en una contienda muy exigente, y ahí estuvo el mérito de su clasificación, en su capacidad y actitud para competir, más que en la autoridad de su fútbol, ayer muy discutida. La grandeza del Athletic estuvo precisamente en obligar al Barça a jugar un partido distinto al que le convenía. Ayer fue el día de Abidal, de los zagueros, más que de delanteros como Messi. La vena ganadora se impuso esta vez a la versión lúdica.
El mérito barcelonista estuvo en su actitud más que en la autoridad de su fútbol
Los azulgrana maduraron muy bien el partido hasta reventar prácticamente al Athletic. No es fácil, mientras tanto, aguantar el ritmo del equipo vasco, inflado por la fe de su hinchada. La carga ambiental era tremenda y había que actuar con mucha tensión y atención, además de exhibir mucho orgullo.
Al Barcelona le costó entrar en juego, y no solo por la agresividad del Athletic. Los azulgrana se quedaron a mitad de camino en muchas cosas, demasiadas para gobernar el partido, como por ejemplo en la alineación, rebajada por la ausencia de Iniesta y la titularidad del intrascendente Adriano, y también por la poca presencia de los delanteros, desconectados un rato de los medios, sometidos por la intensidad rojiblanca. El fútbol físico de los muchachos de Caparrós tenía más incidencia que el juego técnico de los chicos de Guardiola. Xavi quedaba muy entrecortado y ya se sabe que cuando el volante no puede tirar la línea de pase, su equipo tartamudea en exceso.
Para superar la intensidad del Athletic se requiere un juego muy fino y preciso, especialmente rápido en la circulación de la pelota, y al Barcelona le costaba combinar para alcanzar el marco de Iraizoz y, a cambio, concedía con relativa frecuencia segundas jugadas a los futbolistas vascos, muy atentos en el corte, conscientes de que sobre todo se imponía no perder el balón en la zona media, ganar metros con los desplazamientos largos y forzar acciones de estrategia para desequilibrar el partido. El Athletic trampeó muy bien el encuentro y, a cambio, el Barcelona no encontraba la manera de desplegar su aseado juego, no siempre acertado en la salida del cuero pese a la jerarquía de Piqué.
Los azulgrana, sin embargo, supieron defender su cancha con entereza, aseados futbolísticamente, y se corrigieron estupendamente en la cancha con la entrada de Iniesta por Adriano. El equipo acabó por acampar en el feudo local y volvió a masticar la jugada hasta alcanzar el gol en una acción de libro por el toque de Xavi, la amortiguación de Messi y la llegada de Abidal, que cruzó a la red con la zurda. Un gol que tenía muy bien merecido el zaguero francés, espléndido en defensa y por primera vez acertado en el remate desde que viste de azulgrana.
El empate final pareció el resultado justo para el tono del encuentro. Aunque Villa pudo cerrar el partido antes y después del gol de Llorente, el Athletic no merecía perder y defendió su suerte hasta la última jugada, consciente de que la gloria para toda la temporada podía llegar en un minuto. Al Barcelona, en cambio, le mueve la ambición por disputar todos los títulos, también el de Copa, y más después de ganar a un equipo igualmente copero.
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