_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Hechizos y encantamientos

Mañana se celebra la festividad de los Reyes Magos. Melchor, Gaspar y Baltasar se encargarán un año más de hacer felices a niños y niñas. Intentarán, de nuevo, que sus deseos e ilusiones se cumplan. Y, sin duda, muchos de estos peques los cumplirán. De siempre ha sido así. Es la tradición y, como tal, estas ilusiones se han venido transmitiendo de generación en generación.

Menos mal que la perpetuación de esta herencia a lo largo de los siglos no ha dependido de los actuales dirigentes sevillanos (y no hablo solo de la política, sino en todos los ámbitos). En efecto, en la capital andaluza, por asombroso que parezca, la fiesta de los Reyes Magos -a la luz de los últimos acontecimientos, con nombramientos, ceses y dimisiones- ha estado rodeada de polémica. Las ilusiones de los pequeños han dado paso a las miserias de los mayores y el contraste entre ambas ha sido brutal. De la misma forma, también es brutal el contraste entre lo que vive la sociedad y lo que parecen vivir nuestros políticos. Así, cuando a la gente sencilla y a la no tan sencilla, les agobian los problemas derivados de esta crisis -brutal, también-, los políticos parecen que están embelesados mirando la cabalgata. Sí, la cabalgata de la crisis, que parece traer carbón al Gobierno y muchos regalitos al PP, que por tanto está encantado con una crisis que ha convertido sus viejas calabazas conservadoras en carrozas y a sus ratones neoliberales en briosos corceles.

Hemos pasado, como por encantamiento, de tener un líder en la oposición política andaluza, como es Javier Arenas, de ser el eterno derrotado en las elecciones autonómicas a un líder que ya ha ganado sin hacer otra cosa que enseñar la patita de las encuestas e ir por Andalucía actuando como si ya fuera presidente de la Junta de Andalucía. Hace magia y transmite, como nadie, esa ilusión haciendo ver, al igual que los Reyes de Oriente, que va a poder repartir sus juguetes a todos.

Eso sí, el tipo es mago: Por un lado, sostiene como políticos en activo y considera que son magníficos candidatos a personas como Carlos Fabra, que está acusado de graves delitos, y por otra, en Andalucía, revienta la presunción de inocencia cuando de imputados del PSOE se trata. Y lo peor es que el PSOE le sigue el juego y se queda como encantado con esta magia. Y es que el partido en el Gobierno, que tiene una alta responsabilidad con las amplísimas capas sociales que lo han respaldado electoralmente, no puede mirar lo que ocurre en la arena política como quien mira a José Mota en la tele en fin de año: esto me gusta o esto no. Tiene que despertar de ese letargo, que le hunde en las encuestas y desespera a sus seguidores, estando obligado a ofrecer a los ciudadanos una explicación coherente de lo que sucede y alternativas a los regalos envenenados de la derecha, que ya sabemos cómo va a recortar el déficit cuando se quiten los ropajes, una vez haya accedido al poder.

Ciertamente, impresiona que un señor como Rajoy le saque tanta ventaja a un presidente del Gobierno que hace apenas 20 meses revalidó su mayoría. Si el PP tuviera un líder de verdad, ¿cómo sería la cosa? Y en Andalucía, más que impresión, la cosa es de soponcio, pues el que va ahora de Rey Mago es el mismo que ha ido de Estrella de la Ilusión con Aznar, Cascos, María San Gil y resto de camaradas ausentes.

Ya sé que no es fácil, pero el PSOE tiene que salir de ese encantamiento y hacerlo ya. Dejarse de complejos y de intereses y equilibrios internos y poner al PP en su sitio, que desde hace 30 años, con crisis o sin ella, es la oposición. Por voluntad de los ciudadanos, sí, pero también por voluntad del PSOE de ser el partido de las mayorías sin distinción de clase alguna. Tanto es así que hay una gran mayoría de los ciudadanos -Andalucía presume de ser de centro-izquierda- que, aunque sean muy críticos con la gestión que los Gobiernos central y andaluz, han realizado, siguen esperando, que se les transmita con hechos, no con palabras, la esperanza y la ilusión de salir de esta situación.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_