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Columna
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Madrid sin tilde

Felicidades a todos, ya estamos en el 2011. Este año la conjunción de Júpiter y Urano augura nuevos tiempos y más cambios. Una anticipación algo vaga, pero después de todo lo que nos ha pasado, después de todo lo que hemos visto, después de tantas decepciones, es más de fiar la astrología que los visionarios de la economía y que los que manejan el dinero, porque a estas alturas de la crisis nadie me ha dicho con claridad si tengo que consumir o ahorrar. No sé qué hacer. Por un lado en cualquier comercio en que entremos se nos quejarán de que no se vende nada, como consecuencia reducción de plantillas, bajada de sueldos, un auténtico drama. Por otro se nos pide moderación en el gasto (¿o eso fue antes?), me hago un lío. La verdad es que el gasto se modera solo, porque se puede o no se puede cambiar de coche, se llega o no se llega a fin de mes. Los nuevos recibos de la luz y del gas se encargarán de que no derrochemos, de que nos metamos pronto en la cama y disfrutemos del calor del edredón. Mientras tanto, el mundo paralelo del lujo sigue su curso, a ellos no les afectan las subidas de los precios y no tendrán que estar pendientes de apagar la luz. Por poco que tengan tendrán mucho.

Los académicos de la lengua han tenido que explicar públicamente su reforma ortográfica

No tengo nada contra los ricos ni contra los pobres mientras no sean como los controladores aéreos. Esta gente ha logrado atraer las mayores antipatías de un país que ha demostrado un grado de civismo exagerado. Creo francamente que si a mí me hubiese tocado estar en Barajas esos días terribles del parón aéreo habrían tenido que detenerme y sacarme a rastras como a ese chico con rastas al que se llevó la policía o los guardias de seguridad de mala manera. Perdería los nervios, ¿cómo no? Lo que no es natural es tanta resignación. Lo que no es natural es que al chico de las rastas lo arrastraran por el suelo y que el representante ese de los controladores se pasee (parece que tiene mucho tiempo libre) por los platós de las televisiones vomitando tonterías que sacan de quicio y encima aumentan sus arcas. Por dios, siempre están con eso de las vidas que tienen en sus manos. También el que conduce un autobús tiene las vidas de los pasajeros en sus manos y el taxista y el que lleva un barco y el cirujano que trasplanta un hígado. No será para tanto cuando para ser controlador ni siquiera se exige carrera superior. Con la de jóvenes licenciados sin trabajo, seguramente con más idiomas que ellos, que están esperando una oportunidad. Bien por el Ministro de Fomento, alguna vez había que romper ese círculo vicioso.

Ha habido otras lindezas este año que es preferible no remover para que no nos amarguemos. Es preferible centrarse en un asunto que ha levantado polémica y mucha conversación de sobremesa: los acentos. La reforma ortográfica del español de la RAE ha saltado a la calle, y personas que han sido capaces de dormir en un saco en el aeropuerto sin protestar no han soportado que guion ya no se acentúe y que a la "y" se la llame ye. Es como si les hubiesen hurgado en las entrañas. Puedo perder los billetes de avión, el dinero del hotel, las vacaciones, pero que no me toquen mi acentuación de toda la vida. Ha sido muy bonito ver cómo la preocupación ha llegado a un punto en que los académicos se han visto obligados a explicar públicamente sus decisiones. ¿Se recuerda algo parecido? De pronto en este país todo el mundo es lingüista, todo el mundo se conoce la gramática al dedillo. Precisamente en este país en que la preocupación por las tildes es nula, donde es muy raro encontrarse con un escrito (que no sea literario o académico) decentemente acentuado, ha levantado una gran polvareda el que el adverbio "solo" pueda ir sin tilde.

Estas encantadoras reacciones ocurren en la era de la agramaticalidad más absoluta, marcada por Internet y los móviles. De hecho, es regla que las direcciones de correo electrónico no se acentúen. En los email todo vale y no se espera que nadie se entretenga en usar acentos y mayúsculas. Por supuesto los sms están tecleados, no redactados. La rapidez ha dejado atrás la norma gramatical más básica sin que nadie se despeine. Pero hay esperanza, el que en medio de la crisis y de un año tan revuelto al ciudadano le hayan preocupado los pronombres, acentos y mayúsculas quiere decir que no está todo perdido. Por eso en mi ciudad, Madrid, que no lleva tilde se entrecruzan todos los acentos.

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