"El sistema está en decadencia, pero la historia no se acaba"
Los artistas y los sabios arden con una llama intensa que renueva todo lo que toca. A sus 93 años, José Luis Sampedro no malgasta ese fuego. Economista, escritor y sobre todo sabio y artista, Sampedro pasea por la playa de la Butibamba, en La Cala de Mijas (Málaga), y la conversación salta de la crisis a la literatura, y de ahí a la fe, la libertad -"¿Libertad de elegir? Vaya usted al mercado sin un duro en el bolsillo, a ver qué ocurre"-, la decadencia, la barbarie, el caos. "Vivimos una época en la que sobran decibelios y estrépito; faltan gentes e ideas que iluminen y estorba tanto deslumbramiento", dice mientras apura la cerveza, ya sentado en la terraza del restaurante, justo antes de pasar a lo esencial: "Esto es un atentado contra los derechos humanos", torea divertido a la camarera señalando el efímero plato de patatas fritas.
"Falta iluminación y metafísica y sobra deslumbramiento", dice el escritor
Sampedro ha sido un hombre fronterizo. Luchó en los dos lados de la Guerra Civil, movilizado por ambos bandos. Joven apolítico en una familia de orden, inicia su etapa adulta sin inquietudes sociales, pero la guerra, la posguerra, sus experiencias y sus estudios de economía le acaban situando del lado de los desfavorecidos: frente al poder. Su biografía abarca varias vidas: antes de ser escritor pasó casi 30 años en un banco, del que salió sin saber una palabra de operaciones bancarias: "Eso sí es talento". Eso y algunas de las agudezas que asaetean un discurso demoledor, intenso pero también rápido y desenfadado, entusiasta y a la vez seco, sincopado, jazzero. "El capitalismo mal entendido es una forma amoral (inmoral a veces) de barbarie". "Vivimos la decadencia del sistema, pero la historia no se acaba. ¿Otro mundo es posible? No señor: otro mundo es seguro".
Con un humor y un apetito estupendos, reclama preguntas con la misma voracidad que ataca el pescaíto frito. Frente a quienes con resignación o con un mal disimulado entusiasmo hablan del capitalismo como el único futuro posible a pesar de cualquier crisis (o precisamente por ellas, por su capacidad de regeneración), Sampedro se pregunta sobre el fin del sistema. Valora la hazaña del capitalismo, que fue capaz de desplazar el poder de la tierra y la aristocracia al dinero y a la burguesía. Pero habla de un nuevo feudalismo: "El sistema ha organizado un casino para que ganen siempre los mismos. Estamos a las puertas de grandes transformaciones -la tecnología, la genética, siguen avanzando, a veces hacia una tecnobarbarie monstruosa- y sin embargo no sabemos cerrar cicatrices enormes, desigualdades abisales. Hay larvadas carencias severas que provocarán graves conflictos en menos de medio siglo", avisa; "viene algo comparable a lo que hicieron los bárbaros con Roma".
La llamada invasión de los bárbaros resultó ser una operación quirúrgica que abrió paso a nuevos escenarios. ¿Qué espera Sampedro? "Los economistas y los políticos no parecen entender que son más importantes las creencias que las verdades. La economía se ha revestido de ciencia; la política, lo mismo. Y lo que falta es otra cosa: falta metafísica, falta acabar con el atraso de las ciencias sociales"; y deja en el aire un último consejo: "Ser quien se es", les dice como si nada a su mujer, Olga, y al periodista mientras apura un vino dulce, convertidos ambos en amigos de toda la vida desde hace un par de horas.
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