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Columna
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Bacalao de Fin de Año

Empecemos por una hipótesis: si el 58% de los hogares gallegos encuentra dificultades para llegar a fin de mes ¿cómo son las dificultades para llegar a fin de año? ¿quién partirá el bacalao esta noche en la cena familiar? De momento el calambre eléctrico (un 40% de subida en seis años), la subida del gas y los transportes ferroviarios pueden servir de chequeo de última hora a un Estado que se ha precipitado por la pendiente de un malestar social agudo y que está poniendo contra las cuerdas los últimos vestigios de aquello que en años de bonanza se ha llamado el Estado del bienestar. A partir de hoy empiezan a estar una serie de cosas más o menos claras: tendremos que aplazar la jubilación hasta casi los 70 años, comprar el trankimazin por unidades, medir el whisky por dedos e ir a fumar al desierto.

Ni Feijóo ni Rajoy han reconocido que la crisis es algo que va también con ellos

Claro que no todo es pesimismo. Sin ir más lejos, este fin de año habrá dos gallegos confiados en que el grado de la crisis les traiga algo de provecho y no carbón de los pozos leoneses. De un lado, nuestro presidente Feijóo, que ha laminado en su periodo de gobierno cualquier atisbo para Galicia de seguir una vía política similar a la de Cataluña y del País Vasco; por otro lado, Rajoy, que empieza a confiar en la abstención como el agua bendita que le lleve hasta la Moncloa sin un solo roto en el traje. Ambos representan un retrato de lo nefasto que ha sido 2010. Ninguno de los dos ha reconocido en ningún momento que la crisis es algo que va también con ellos, sino que han apuntado los micrófonos al chivo expiatorio ZP como si la decadencia de un modelo económico y social pudiera ventilarse en estos seis años que lleva en el Gobierno y no se hallen otras explicaciones que vienen de lejos. La hipocresía con la que se han manejado temas como el concurso eólico, el decreto lingüístico, las ultimas elecciones catalanas o la crisis de los controladores dan a entender que en el PP están ya formando gobierno y que ese gobierno, por paradójico que parezca, va a seguir, como acostumbran, gobernando desde la oposición. En tiempos de Aznar la matraca con González duró hasta el 11-M y la de Feijóo con el bipartito no ha hecho más que empezar a pesar de que fueron una laguna de cuatro años.

Que no estamos para echar cohetes lo sabemos pero lo raro de este fin de año es que no haya demasiados motivos para la esperanza, esa virtud tan navideña que nos empuja a cambiar el mundo en los últimos minutos. A la vuelta de enero Felipe y Letizia inaugurarán el primer tramo de la Cidade da Cultura, esa herencia por la que tanto hemos penado y a la que sigue faltando, como en casi todo, un contenido claro y un rumbo preciso. Una vez más, parece que la Cultura es la vanidad constructivista de nuestros próceres, un lujo caprichoso y no una necesidad tan básica como la luz eléctrica o el pan. En debates como el último sobre la "ley Sinde" hemos visto otra de las que se gastan nuestros amigos: los acérrimos defensores de la propiedad privada atizando la hoguera del software libre. Cosas veredes, amigos.

Mal nos va cuando tenemos que agarrarnos a una hipotética finalización de ETA como a un clavo ardiendo y cuando todos los días se está pensando en la calificación de Moodys para que los buitres del mercado no se nos echen encima. Pero hay también cosas que animan a la especie como Wikileaks, que es como descubrir que los Reyes Magos son los padres, o el gol de Iniesta, que, por el contrario, es de nuevo volver a creer en Melchor, Gaspar y Baltasar.

El bacalao con coliflor que se sirve hoy en muchos hogares gallegos tendrá quizás menos eslora de lo acostumbrado, pero nada ni nadie va a impedir que en la queimada ardan los malos espíritus de este año en el que presuntamente hemos pasado a ser más pobres pero más honrados. En 2011 habrá autonómicas y municipales y quizás incluso generales. No hace falta ser pitoniso para intuir que por mucho que la cosa cambie volveremos a la misma cosa. La austeridad es como la gabardina de Amancio Ortega, otra vez nuestro gallego del año, va bien cuando llueve y cuando no porque puede llover en cualquier momento. Entren pues con el mejor pie y si beben no conduzcan.

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