Gran paquete
Más allá de los héroes literarios como Miguel Strogoff, el correo del zar, o de la amabilidad del cartero, la verdad es que los servicios postales igual sirven para un roto, que para un descosido. Los más viejos del lugar recordarán que tras la riada de 1957, las autoridades franquistas, bien presionadas por las grandes constructoras, optaron por excavar un nuevo cauce para el Turia. Pagaba el Estado, pero como pasa en la España fiscal desde tiempos inmemoriales, unos pagan más que otros. Para garantizar los beneficios empresariales, por si acaso los presupuestos de la autarquía no alcanzaban, la demarcación damnificada hubo de satisfacer durante años un impuesto exclusivo. Cada carta o paquete postal que partía desde Valencia, llevaba un franqueo adicional de 25 céntimos de peseta. El famoso sello del Plan Sur. Eso sí, Correos sólo administraba el purgante impositivo.
Viene este prólogo a cuenta del suceso de días atrás sepultado por el alud de calamidades que se propagan a ritmo tal, que pensando en la huida o en el exilio apenas da tiempo a metabolizar. Por ejemplo, que un aeropuerto internacional como el de Heathrow quedase inhabilitado y con miles de pasajeros refugiados cual esquimales a causa de la nevada. Al parecer, la gestión aeroportuaria está a cargo de una filial de la española Ferrovial, que no se proveyó del anticongelante necesario para la contingencia, con los resultados conocidos. Pero, claro, se trata de empresas privadas y, aunque no se haya demostrado aún que las privatizaciones funcionen mejor y sean más eficientes que los servicios públicos bien racionalizados, nadie se atreve a empañar el discurso único de las patronales y grupos de presión asociados, que tan embrujado tiene al ex gobierno socialista. Heathrow sigue en Londres, pero está por ver que nuestras ITV, por poner un caso próximo, den mejor servicio desde que Zaplana las entregó a sus amistades, que cuando dependían exclusivamente del sector público. Volvamos, pues, a los sellos de correos.
En el último pleno del Congreso de los Diputados, el PSOE y CiU aprobaron una suerte de ley Postal. ¿Dirían que trataba de envíos y franquicias? Sólo en parte. Porque allí camuflado estaba el aguinaldo para las autopistas de peaje. Durante los próximos tres años, con cargo al servicio postal, se resarcirá de las pérdidas a las concesionarias, que es como decir los bancos. Ya tenía razón el republicano Joan Tardà, cuando rechazó la inmoralidad en las enmiendas presentadas en el Senado, donde ya se ve que también facturan paquetes. La socialdemocracia del talante advierte de que no hay para pensiones, ni para dependencia, ni para permisos de paternidad o maternidad, pero para privatizar, llenar el zurrón de las grandes corporaciones y que Florentino Pérez pase por caja... ahí no hay límite. ¿Y a quién dicen que van a pedir el voto?
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