_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Indiferencia

Rosa Montero

Hoy son los Santos Inocentes, una fecha perfecta para hablar del maltrato infantil, esa otra violencia doméstica que casi nadie menciona, aunque me temo que es más habitual que las agresiones a las mujeres. Claro que hay otro pavoroso rincón de la cotidianidad aún más silenciado, el de los abusos contra los ancianos, que son unas víctimas comodísimas para los verdugos: no pueden defenderse y muchas veces ni siquiera moverse, no denuncian, no votan y al poco tiempo se acaban muriendo. Pero esto lo dejaremos para otro día.

De cuando en cuando el horror subterráneo asoma por un momento la cabeza, como en el caso de César, ese niño de nueve años cuyo cadáver apareció en Menorca en una maleta y que fue (supuestamente) ahogado por su madre. Y lo más estremecedor no es ya su asesinato, sino el abandono de un crío tan pequeño por parte de todos. A nadie importó, nadie le echó en falta; me pregunto cuántos niños más habrá en este país que, sin llegar a morir, viven en la crueldad y la desdicha ante el desinterés general.

La puerta del vecino puede ocultar un infierno doméstico, pero preferimos no enterarnos. Incestos, maltratos, abusos sexuales: espanta pensar que solo salen a la luz los casos extremos. Como el de esa niña de 14 años secuestrada por unos rumanos, que la prostituyeron durante dos meses en un pueblo de Badajoz. La cría estaba "muy débil, delgada y asustada" y parecía "de 12 años", dijo el policía que la salvó. Pero entre sus clientes se supone que estaban un juez de paz y un ex concejal que se ha suicidado. Es un pueblo pequeño y era un secreto a voces. Esos vecinos que presenciaron todo, ¿no advirtieron la edad, la indefensión, el abuso? ¿Se puede mirar sin ver y ser inocente? Creían que la niña era rumana, dicen algunos a modo de justificación espeluznante. Lo peor es la indiferencia de los testigos.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_