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Columna
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Madrid 2011

No es de esperar que en la campaña electoral que nos van a traer los Reyes Magos se hable mucho de Madrid, del "calumniado Madrid" de Baroja que cita el alcalde Gallardón en su felicitación madrileña, aunque no creo que sean tomados en este caso Madrid y Aguirre por una misma cosa. Se tendrá en cuenta si acaso la otra cita del regidor en su crisma, lo que decía Azaña: "El caso es que España necesita un Madrid". Sobre todo si en esta ocasión toman a Zapatero por España. Podría decirse también que Madrid necesita otra España, distinta a esta que con frecuencia lo posterga y se vale de él, y también en este caso España sería Zapatero, pero llegados a este punto pienso en lo que Gallardón rescata de José María de Pereda: "Aquello es Madrid... ¡Ah, si yo tuviera poder para tanto!". Confieso que no sé lo que quería decir Pereda con eso, tendría que verse en su contexto, aunque imagino cosas varias. Pero a lo mejor ahí radica el enigma de la felicitación de este alcalde, que ni va a molestarse en pedir con las uvas repetir en el cargo; tan seguro debe estar de que va a ser el alcalde de Madrid de 2011. Mientras tanto, el paso de la corrupción por el Madrid calumniado de Baroja, con sus terribles pestazos, y las anomalías de la gestión pública del Madrid necesario de Azaña, no pasarán factura al que gobierna en su solar municipal o autonómico, con lo que es previsible que las encuestas no se equivoquen. Si así fuera el neosurrealista González Pons no vería frustrado su proyecto de que las elecciones en Madrid constituyan un plebiscito sobre Zapatero, aunque no se privaría de inventar nuevos disparates en su incansable condición de charlatán iluminado que podría llevarle a ser citado por Gallardón en una próxima Navidad.

El líder de los socialistas madrileños tratará de justificar las derivas de las políticas de Zapatero

Lo cierto es que cuando suenen las campanadas de la Puerta del Sol, y se brinde por Madrid y por su destino en el año que viene, los optimistas se repartirán en dos grupos: los que están seguros de que habrá cambio, como ellos desean, y los que piensan lo contrario y piden con las uvas que todo siga igual. En el centro, que a veces es el limbo y otro el espacio de la duda razonable, estarán los que no lo tienen claro y es posible que brinden porque pase lo que Dios quiera. La que no necesita ser convencida es la extrema derecha. Cuenta con férreas convicciones y no le faltan espacios mediáticos que el poder madrileño le ha asegurado con licencias de televisión para alimentar sus esperanzas en el permanente guirigay de una TDT reaccionaria que cuenta con liderazgo.

Fuera como fuere, el destino de la capital y la comunidad autónoma no va ser ajeno al destino del Reino de España y del mundo global en que vivimos. No lo va a ser por razones sustanciales que afectan a las entrañas mismas de la democracia enferma, pero también por motivaciones partidistas y personales que ya han puesto a hervir la olla de la campaña, no sólo por la conquista del palacio de la Puerta del Sol o el de Cibeles sino, sobre todo, por la posesión posterior del de La Moncloa. Y no lo tienen fácil en ese sentido los candidatos socialistas a los municipios madrileños ni, por supuesto, el aspirante del PSM a la presidencia de la Comunidad. Por más que importen los candidatos, importa más la marca que representan, y la marca PSOE parece comprometida a cumplir con el mismo reformismo que abordaría la derecha para superar la crisis, si bien con la diferencia de que tiene que hacerlo ahora, con la oposición de izquierda y derecha, para que la derecha lo culmine en el poder a su gusto. A la candidata del PP le bastará, pues, con alimentar los descontentos ante lo que su propio partido haría, con mucha más decisión y atrevimiento, para atraer cínicamente al regazo de su derecha incluso a los desfavorecidos desencantados.

Lo cierto es que el uno y la otra, más que apoyados por sus líderes nacionales, van a tener que batirse el cobre por sus jefes de filas. El líder de los socialistas madrileños tratará de justificar las derivas de las políticas de Zapatero para que lo bendigan los mercados y la lideresa de los conservadores para explicar qué es lo que haría ella, si fuera Rajoy, para vencer la pereza y hacer lo mismo que Zapatero, pero con otra intensidad. Claro que si se atiende al alto valor que da a las encuestas el presidente del Gobierno, y decide este antes de mayo que él no será nuevamente candidato a la presidencia, como ya debe saber su esposa, no sé si esa decisión bastará para que cambie el destino de Madrid, pero tal vez el discurso electoral de la derecha madrileña podría resultar levemente modificado.

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