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Columna
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La Biblia en verso

Si algo se echa en falta en estos entrañables días navideños es un poco de sano anticlericalismo... aunque solo sea para desempalagar. Y también, para poder hacer coincidir la realidad con la descripción que hacía el señor arzobispo, Carlos Osoro, en la homilía pronunciada el domingo en la Catedral de Valencia. Según la nota distribuida por la agencia de noticias del Arzobispado, monseñor Osoro, urgió a las familias cristianas a "mantener con valentía vuestra identidad" en la situación actual, que definió como de "tierra extranjera para la familia" en España y en Europa por las "legislaciones y los modelos que se quieren implantar y que no tienen correspondencia con el designio que Dios ha querido para los hombres". ¡Ostras, Pedrín! Decían que en comparación con su predecesor, Osoro era un clérigo liberal y aquí lo tenemos defendiendo la teocracia.

En el siglo XIX, un tal José Carulla, intentó escribir la Biblia en verso y, según las crónicas de la época, hizo unos ripios tan pésimos, retorcidos y embarullados, que fueron la cuchufleta de sus amigos y el tema de befa en todo tipo de reuniones y tertulias. De esta forma, la expresión "la Biblia en verso" se consagró como sinónimo de lo confuso, del relato que no tiene orden ni concierto. Pues eso fue la homilía de monseñor Osoro: la Biblia en verso. Para acabar de liar la historia, el arzobispo aseguró, en referencia al pasaje del Evangelio del domingo, que narra la huida a Egipto de la Sagrada Familia, que "estamos todos necesitados de la sabiduría que tuvo la Sagrada Familia de Nazaret, que fue capaz de marchar a tierra extranjera manteniendo allí su identidad". La alusión no parece que sea un elogio a los inmigrantes que llegan a España, sino más bien una invitación al exilio de este impío país. Pero si es así ¿adónde nos sugiere monseñor que emigremos? ¿Tal vez a la cristianísima Italia de Joseph Ratzinger y de Silvio Berlusconi, un modelo de Estado misericordioso, que con tanta caridad acoge a los hermanos rumanos? ¡La Biblia en verso!

Uno creía que si la crisis no se ha convertido en un estallido popular es precisamente porque la familia (católica y no católica) sigue siendo, junto a lo que queda de las políticas socialdemócratas, el gran amortiguador social. Pero no, monseñor dixit, esta es tierra extranjera para la familia cristiana.

Así las cosas, me voy a permitir, a modo de presente navideño, regalar una idea para el debate público. Que empiecen a desacralizarse algunos templos. Tienen buena acústica, sus materiales sólidos proporcionan un sonido estanco y, como ocurre en Francia o en Bélgica, podrían servir, por ejemplo, para organizar conciertos y fiestas para jóvenes y no tan jóvenes, amantes del jolgorio que no desean molestar a los vecinos. Me da la impresión de que la propuesta no gustará ni a los belenistas Francisco Camps y Rita Barberá, ni al genuflexo Jorge Alarte, pero, por lo menos, la realidad empezará a parecerse al relato del arzobispo. Feliz año.

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