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Análisis:EL ACENTO
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

El ministro que nunca dimite

Brice Hortefeux, ministro francés del Interior y de la Inmigración, es un maestro en mirar para otro lado.

El pasado día 17 fue condenado a pagar un euro por daños y perjuicios por haber atentado contra la presunción de inocencia de un antiguo asesor del Ministerio de Justicia, al que acusó de haber hecho una filtración al diario Le Monde en relación a un sulfuroso affaire de comisiones y enriquecimientos varios, en el que aparecía el nombre del ministro. Pero es que, como se diría en francés, Hortefeux era recipiscente. El 4 de junio anterior ya había sido condenado a una multa de 750 euros y 2.000 de daños y perjuicios por declaraciones injuriosas y racistas. Y tan peculiar ha sido el nombramiento que hizo en su día el presidente Sarkozy, nada menos que para ocuparse de la inmigración, que en una reunión de las juventudes del partido gubernamental (UMP), en septiembre de 2009, ya se había lucido afirmando que "cuando hay uno -un árabe- pase, pero cuando se juntan muchos es cuando hay problemas". Hortefeux, bien sur, ha apelado, y para no tomar en vano la presunción de inocencia no daremos aún por supuesto que sea culpable, pero sí, como mínimo, que está muy mal educado, y, aún peor, que no sabe cómo se conjuga el verbo dimitir.

Cuando Nicolas Sarkozy estaba en campaña para alcanzar la presidencia en 2007, se ilustró prometiendo que gobernaría "una república irreprochable", y que, en consecuencia, todo miembro de su equipo que tuviera que ver con la justicia, y más aún si fuera condenado, tendría que tomar el portante. Pero las promesas electorales son las primeras que se olvidan.

La dimisión no necesariamente ha de entenderse como un reconocimiento de culpabilidad y es también cierto que las condenas de Hortefeux son básicamente simbólicas; pero dejar el cargo es rendir culto a un principio que ha de ser sacrosanto para todo gobernante. La sola apariencia de impropiedad exige que, al menos cautelarmente, el funcionario se separe o lo separen del cargo. El ministro de Sarkozy no capta esa obviedad.

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