Magia con luz
La necesidad del ballet infantil y su función básica en la formación de los futuros públicos para la danza no es algo que en nuestra región madrileña (ni en general en España) los teatros tengan asumido con la organicidad y regularidad necesarias.
La Navidad crea por sí misma una disposición a estos espectáculos que, generalmente, cuando están bien concebidos son disfrutados tanto por los pequeños como por los adultos. Y esto explica que incluso una parte del gran repertorio de ballet académico tenga su base argumental en cuentos infantiles tradicionales, como es el caso de La bella durmiente, Cascanueces o Coppelia por solo citar tres títulos emblemáticos.
Carmen Roche ha escogido una historia original en formato de cámara, con un elenco de cinco bailarines. El tema actual discurre con una acción de ambiente contemporáneo, y cita expresamente la tecnología, desde las luces hasta el ordenador, cuya presencia le convierte en un personaje más de la acción.
La niña farola
Ballet Carmen Roche. Coreografía: Amaya Galeote; música: Marc Álvarez; vestuario: Karmele Aspiazu; escenografía: Julio Galeote; luces: Paloma Parra; vídeo: Juan Portones. Teatro Español. Hasta el 23 de enero.
La función del ballet infantil para formar público no está asumida
Salvando el exceso de texto, tiene un desarrollo fluido y comprensible
Más adelante en la obra se establece una lucha solidaria entre la máquina y la protagonista, alertando sobre cómo nunca el artilugio por excelencia de la vida moderna puede sustituir a las relaciones humanas verdaderas. También se cita lo virtual desde esta misma perspectiva.
La protagonista Lola tiene el poder de encender bombillas y sus pintorescos amigos son un chico matemático (síntesis del clásico empollón que hay en todas las clases de todos los colegios del mundo), una niña oriental (encarnada por una solvente bailarina japonesa: Yuca Iseda), un guaperas skater con su patín incorporado y Rossi, la niña empalagosamente siempre vestida de rosa. Estos arquetipos están manejados desde el humor y rodean a Lola. El punto de encuentro es un parque.
Salvando que hay exceso de textos como diálogos hablados para un espectáculo de ballet, el resto de los componentes se afinan en un desarrollo fluido y comprensible. La escenografía (a excepción de un discordante sofá tapizado que no pinta nada) ayudada por las proyecciones da arropo al baile y la pantomima describe las situaciones con eficacia, y es por eso que sobran palabras; el vestuario colorista y la luz ayudan lo suyo.
La niña farola estará en cartel hasta el próximo día 9 de enero y, después de una pausa, volverá los días 15, 16, 22 y 23 de ese mismo mes, está estructurado como un cuento clásico y recoge de ellos fórmulas que aún siguen siendo las que mejor funcionan cuando se trata de dirigirse a un público menudo: una historia menor que se desarrolla dentro de otra de más calado, el final que deja un regusto amargo (en este caso el cierre del parque de juegos) resolviéndose de manera feliz y el acceso a lo extraordinario desde la apariencia cotidiana.
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