La quintaesencia del jazz en directo
El Filloa de A Coruña, uno de los locales más señeros del género en España, cumple 30 años con sus 50 metros cuadrados y dos de sus socios fundadores
Nació un 29 de diciembre porque un grupo de cuatro amigos, amantes del jazz, estaban hartos de depender de la buena voluntad del pincha de turno para que les pusieran un disco "que cortaba a los dos minutos porque siempre había alguien que protestaba". Fue hace 30 años y poco tardó el Jazz Filloa, de la rúa Cega de A Coruña, en convertirse en todo un lugar de culto de la música en directo. "Sí, posiblemente seamos los decanos en España de los locales de jazz en directo", asiente Antonio Ferreiro al hacer un rápido repaso de los clubes ya desaparecidos de la península y de los que perviven, "todos posteriores" al Filloa, precisa.
Como los más selectos perfumes, siempre en pequeños frascos, ofrece el mejor jazz en directo en un minúsculo local lleno de solera, en la estela de los más famosos clubes de Nueva Orleáns. Todo está concentrado en sus apenas 50 metros cuadrados, "incluidos la barra, el escenario, los baños y las escaleras de la entrada". "No da para mucho más de lo que hay", dice Antonio. Pero crea una intimidad que es también uno de los secretos de este club de referencia: al ser exiguo, permite una cercanía casi extrema con los músicos y da una intensidad a los conciertos que no hay en otros pubs más tradicionales.
Su exiguo tamaño propicia una cercanía extrema con los músicos
"Creó afición y estilo", defiende contundente el técnico de sonido
"Sí, aquí tomaron sus copiñas" algunos de los grandes, comenta el dueño
"Impone tocar aquí, por los años del club y sobre todo por el público exigente"
El ambiente es excelente, la acústica muy buena. "A diario, cuando no hay actuación, se agradece poder tomar una copa tranquilo escuchando buena música sin rebotes, sin tener que chillar para conversar", explica Ferreiro. Aún pincha de vez en cuando vinilos, aunque "cada vez menos". "El CD es lo que más se edita y lo más cómodo".
De los cuatro socios fundadores, solo siguen él y Alberto Mella con una aventura que marcó la trayectoria del jazz en Galicia. Cuando abrieron el Filloa, con un logo diseñado por el pintor Cabanas y una decoración que no varió en estas tres décadas, era música "minoritaria". Parco en palabras, a Antonio, "camarero" y saxofonista, reconoce que ahora hay mucha más afición por el genero musical nacido en Nueva Orleáns a principios del siglo XX. Pero no cree que su pub y su programación permanente -"procuramos que haya una actuación cada semana"- tenga algo que ver. "Antonio es muy modesto y no lo reconocerá, pero está claro que todos los festivales y la vida del jazz que se programa en A Coruña es por el Filloa. ¡Claro que creó afición y estilo!", intercede, contundente, Andrés, el técnico de sonido.
Por su pequeño escenario, pasaron en estas tres décadas los mejores músicos, también del otro lado del Atlántico, veteranos o noveles, famosos o no. Y a su sombra crecieron bandas referenciales del jazz en Galicia. El local debe, de hecho, su nombre a Filloa Express, una banda ahora, momentáneamente, "en stand by" de la que formaron parte junto a Antonio Ferreiro (saxo), Kim García (contrabajo) y Alberto Conde (piano), un largo elenco de músicos, "prácticamente todos los de la zona". Clunia, otro trío mítico en Galicia, también nació del Jazz Filloa. Se organizan festivales, tres o cuatro al año con patrocinio de alguna empresa que permita "traer a gente más potente", actuaciones semanales y frecuentes jam sessions en las que la improvisación hace estallar la magia del jazz en estado puro.
Hubo noches memorables como aquella, a comienzos de los ochenta, en la que tras protagonizar el Festival Internacional de Jazz de A Coruña, encendieron el Filloa hasta altas horas de la madrugada músicos de la talla de Joe Henderson, la banda de los hermanos Marsalis, el pianista George Cables. "Sí, aquí tomaron sus copiñas" algunos grandes nombres del jazz, rememora Antonio, que ahora toca por Galicia adelante con su otro grupo, Rúa Cega.
Para él, el gran secreto del Filloa es su clientela, "fiel y exigente". "Impone tocar aquí, por los años que tiene el local y sobre todo por el público que escucha, callado y analizando cada nota, cada movimiento". Cuando la crisis de principios de los noventa, hubo que espaciar las actuaciones porque se perdía dinero. Pero, desde hace cinco años, hay concierto como mínimo cada semana. La entrada siempre a precio módico, cinco o diez euros como máximo. "La gente responde, a veces peor, a veces mejor, pero siempre viene. Esto requiere mucha cosecha de remolacha para funcionar", dice Antonio mientras sirve los clientes que han llenado el local en pocos minutos para la actuación de este miércoles noche. Una más en los miles de segundos de jazz en directo que marcan los 30 años del Filloa.
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