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BASILEA

Demasiado débil para obedecer

Quién dijo que las nuevas reglas de Basilea III eran demasiado blandas? Cuando los reguladores anunciaron sus nuevas normas en septiembre, muchos tuvieron la sensación de que los bancos del mundo se habían librado de un buen castigo. Pero un estudio de Basilea publicado el 16 de diciembre indica lo contrario. Si las nuevas normas hubiesen estado en vigor el año pasado, las 94 entidades crediticias más grandes habrían necesitado la friolera de 577.000 millones de euros de capital adicional. Es un recordatorio del camino que todavía tienen por delante los bancos gigantes.

Las reglas de Basilea son más estrictas con el coeficiente de capital en dos sentidos. Primero, restringen la definición de lo que cuenta como capital. Las pérdidas fiscales, el fondo de comercio adquirido y los instrumentos de deuda híbridos han sido excluidos. En segundo lugar, establecen unas reglas más estrictas en relación con el modo en que los bancos miden los activos ponderados por riesgo (RWA, por sus siglas en inglés). Si se aplicasen a los balances del final de 2009, los RWA de las entidades crediticias más grandes habrían sido un 23% más altos que antes.

Estos dos efectos hacen que los coeficientes de capital de los bancos parezcan mucho más pequeños que antes. Según las cifras del año pasado, los 94 grandes bancos del estudio de Basilea habrían tenido una media de solo el 5,7% de coeficientes de capital común de máxima calidad. Eso está por encima del mínimo absoluto del 4,5% establecido por el comité de Basilea, pero por debajo del 7% que se considera ahora un mínimo aceptable. De ahí el escandaloso déficit de capital.

Basilea también ha analizado 169 entidades crediticias pequeñas. Según las nuevas reglas, estas instituciones tenían una media relativamente cómoda de coeficiente de capital del 7,8%. Es un llamativo recordatorio de la debilidad de los grandes bancos, precisamente esos que ahora son considerados demasiado grandes para permitir que quiebren.

El comité de Basilea les ha dado indulgentemente a los bancos hasta 2018 para cumplir las nuevas normas. Pueden conseguirlo reteniendo beneficios y reduciendo sus balances generales. Si decidiesen exprimir a los accionistas y el personal, podrían alcanzar ese objetivo aún más deprisa: antes de repartir dividendos y primas, esas mismas 94 entidades crediticias obtuvieron el año pasado unos beneficios conjuntos antes de impuestos de 209.000 millones de euros.

En la práctica, es improbable que un coeficiente de capital de 7% sea suficiente. El comité de Basilea ya ha introducido un margen de capital anticíclico. Mientras tanto, los reguladores prevén exigir una reserva de capital adicional a las entidades crediticias importantes para el sistema. A juzgar por las últimas pruebas, los grandes bancos siguen distando mucho de estar seguros.

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