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Columna
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Elecciones en el balneario

El pasado domingo comenzó (oficiosamente) la campaña de las elecciones municipales de 2011. No se inició con la tradicional pegada de carteles sino con la publicación de un sondeo tan estruendoso como un pistoletazo de salida. En la agenda mediática ya se agotaron los grandes temas que movilizaron pasiones, especulaciones e incredulidades en el cuatrimestre anterior: Novacaixagalicia se escrituró con estilo salomónico y se finiquitó el debate sobre los Presupuestos y la contabilidad creativa de Feijóo y Fernández Currás sin que los ciudadanos se hayan podido liberar de una perturbadora certeza: el Gobierno es mucho más pobre en ideas que en dineros.

Completan los brillantes servicios del Ejecutivo la espectral visita de Ratzinger y el no menos fantasmal concurso eólico que, desde el anuncio triunfal de su resolución el 19 de noviembre, padece una delicada ortopedia político-jurídica y es posible que se publique en el DOG poco antes de presentarse Papá Noel en los hogares gallegos. Aunque llegue en la Noche de Reyes habrá quien salude el dedazo eólico como un nuevo ejemplo de la transparente eficacia de la Xunta.

La audiencia de las fuerzas del cambio se desmoviliza con cada encuesta complaciente

Tan esperado como la confirmación navideña del amistoso reparto del negocio del viento es el mensaje de fin de año de Núñez Feijóo. En su primera entrega, el presidente nos invitó a explotar la capacidad de esfuerzo y el sacrificio que siempre caracterizó a los gallegos para hacer de 2010 "un año 10 para todas las familias, un año 10 para Galicia". Si los creativos de Monte Pío no andan más despiertos, en 2011 viviremos en un Paraíso 10 y Feijóo, en la noche de San Silvestre, volverá a ofrecer la salvífica alquimia de un pueblo abrazado a su Gobierno (inexistente) para encarar, con austeridad, la ilusionante tarea de convertir el triste valle de lágrimas, en el que estamos condenados por la crisis (y el Gobierno de Zapatero), en la Galicia Paradise de los mil ríos de leche y miel.

En este edénico balneario se celebrarán las elecciones municipales. La revelación demoscópica da a entender que, en los últimos cuatro años, las preferencias políticas de los habitantes de las ciudades gallegas evolucionaron de modo dunar y que la correlación de fuerzas municipal apenas cambió. En la estampa ofrecida, el avance electoral del Partido Popular es insuficiente para modificar cualitativamente el balance de poder: la Galicia urbana seguirá siendo gobernada por el PSdeG y el BNG. Sería una excelente noticia, certificaría que el crédito del No-Gobierno del PPdeG se agotó y que una mayoría de ciudadanos no está dispuesta a dejarse engatusar por la oferta de un cambio conservador para liquidar los ilegítimos, ineficaces y manirrotos bipartitos locales.

Magnífica noticia si no es un espejismo electoral semejante al de las vísperas del 1-M. Escaldados por aquella desgraciada experiencia, PSdeG y BNG harían bien en combatir con realismo e iniciativa política los efectos bloqueantes que los sondeos provocan en numerosos electores progresistas. Cada nueva entrega de encuestas complacientes tiene un efecto desmovilizador en la audiencia de las fuerzas del cambio. La cadena encuesta-acomodación-parálisis-derrota electoral funciona en Galicia con una precisión pasmosa, no en vano el conformismo de las coaliciones galleguista-progresistas es la materia que más alienta la desafección ciudadana.

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Destiladas las cuentas del sondeo visionario, queda la constancia de que el PPdeG maximizará sus apoyos electorales en las ciudades; todavía queda mucha partida por jugar y el factor desequilibrante será, nuevamente, la movilización o pasividad de los electores de izquierda. Sobre estas tendencias operará la acupuntura de la Xunta de Galicia para activar, con una lluvia menuda de obras medias y menores y anuncios grandes y grandiosos, el riego de adhesiones vecinales al poder, no faltará la puesta en escena de las renovadas mañas del prestidigitador conservador y el negacionismo mediático dominante acallará todo debate, propuesta o escándalo que sea incompatible con la confirmación del cambio conservador.

El BNG y el PSdeG pueden fascinarse con el espejismo o seguir el consejo que el mejor presidente de los Estados Unidos, Josiah Bartlet, nos daba en un capítulo de El Ala Oeste de la Casa Blanca: "Intentemos que la gente vote por nosotros y confiemos en que ya de paso nos obliguen a hacer cosas buenas". Y que la fortuna electoral coja a los alcaldes y concejales nacionalistas y socialistas trabajando en proyectos municipales y alternativas políticas interesantes para los muchos gallegos que desean que Galicia vuelva a cambiar de Gobierno en el año 2013.

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