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15ª jornada de Liga
Columna
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La mejor venta, la peor pérdida

Ramon Besa

Al Barça le convenía un presidente que no malgastara el dinero de los socios y se ganara la confianza de los bancos con una política económica que atacara la deuda, más que pensara en el aval y el crédito sindicado, y buscara nuevos recursos por si la crisis afecta también a los ingresos de los patrocinadores concertados y de la televisión. Así que había que tener amplitud de miras y al mismo tiempo transmitir seguridad al abonado. La mitad del barcelonismo -más o menos- se felicita porque Sandro Rosell responde a la figura de mandatario que se recoge en casa, no sube las cuotas ni vende patrimonio o cambia el nombre del estadio, y por el contrario es capaz de conseguir un contrato publicitario que permitirá mantener al equipo en la cima del mundo y alejado de los depredadores futbolísticos. Ha calado el mensaje de austeridad de la nueva directiva. El vicepresidente Xavier Faus, garante de la buena administración, sentenció: "Sin arreglar la situación financiera no se puede ser solidario". Amén.

El Barça gana dinero y compra futuro a cambio de perder fuerza como club con un relato único

La otra mitad del barcelonismo -más o menos-, se siente en cambio decepcionada porque el presidente y su junta han manchado la zamarra azulgrana sin tener la garantía de que podrán mantener a Messi y a Alves o renovar a Guardiola, porque ya se sabe que en el fútbol no sirven ni las cláusulas de rescisión cuando un agente decide mover de equipo a un jugador. Incluso Joan Gaspart prefirió dejar al club en bancarrota antes que vender la camiseta "porque hay cosas que no tienen precio". A costa de ganar dinero y comprar futuro, el Barça perderá fuerza como entidad centenaria con un relato romántico, único en el mundo, forjado en un pasado singular. Alrededor de la leyenda més que un club, el barcelonismo ha construido una historia en la que todo tenía sentido y se ordenaba de forma natural y poética: la cantera, La Masia, el próximo Balón de Oro, Guardiola, UNICEF. No es fácil encajar una iconografía tan épica con la propaganda de Qatar, sea más o menos disimulada, pertenezca a una fundación o al país. A partir de ahora, el Barça será visto como un club no tan exclusivo, más convencional y cercano a los ingleses, o al Madrid de Florentino.

No se sabe si en este momento se imponía como una solución irremediable, como lo parecía ya cuando Laporta negoció con casas de apuestas, industrias farmacéuticas y hasta con China, antes de que Evarist Murtra le convenciera de que nada le quedaba mejor a la zamarra que el logotipo de UNICEF, el mejor legado del ex presidente junto con Guardiola. La imaginación y el talento se impusieron entonces a lo normal y a lo común, que era tomar el dinero. Funcionó la misma fórmula que el club ha utilizado históricamente para superar la adversidad y preservar la identidad.

Puestos a subastar la camiseta, Rosell lo ha hecho a lo grande, y de ahí su mérito y su problema porque hipoteca uno de los mejores activos. Al mandatario azulgrana le interesa por tanto utilizar el sentido común para evitar cualquier conflicto de intereses, como defiende su propio código ético -necesita vender su empresa en Qatar- y aplicar su ingenio e inteligencia para que la operación no afecte al valor intangible y al mito barcelonista. Asegurada la caja, al Barça le conviene un presidente que haga que el club no pierda su carga simbólica. El fútbol no se compra, y de momento la mejor venta ha supuesto la peor pérdida.

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Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.

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