Riesgo operacional

Sin rigor, sin contenido y sin un baile contundente y fluido, El cas Kuleshov, el último estreno de la compañía Lanònima Imperial, no pasará a la historia de éxitos del grupo de Juan Carlos García. Tampoco lo fue De los efectos, su anterior trabajo. Dos fracasos seguidos que ensombrecen la carrera de García, un creador con un talento discutible en el que los momentos brillantes prevalecen sobre los mediocres.

Lo mejor de El cas Kuleshov es la entregada interpretación de los bailarines, si bien su trabajo no tiene una personalidad coral que desemboque en un fluido vocabulario coreográfico. Su baile nace de la improvisación particular y cada uno alardea de sus mejores cualidades. Una dirección firme evitaría el caos escénico y obtendría de ellos mayores resultados. En especial de García, cuya histriónica personalidad reina sobre la de los demás. Brillante el fragmento en el que se desnuda y diserta sobre cuerpos delgados y obesos.

El autor de la música, Frédéric Filiatre, interpreta al trombón la partitura en directo. Música crispante que enfatiza el tono neurótico de la obra.

Las instituciones culturales de este país deberían imitar a las empresas privadas. Ante la crisis, estas han creado los departamentos de riesgo operacional, que se preocupan por ver donde estas incurren en pérdidas debido a procesos internos mal gestionados. Así, estas instituciones culturales no subvencionarían espectáculos aburridos y sin contenido como El cas Kuleshov, que cuenta con 10 patrocinadores.