En las tripas de 'Mad Men'
Año nuevo, vida nueva, dicen. El póster de la cuarta temporada de Mad Men lo refrenda Don Draper (encarnado por Jon Hamm) mirando por la ventana de una oficina vacía. Divorciado, al frente de una nueva empresa de publicidad en la América de los sesenta, fumador y bebedor empedernido, retrato que atrae nuevas conquistas. "Esta temporada le desposeí de todo lo que parecía definirle", comenta su creador, Matthew Weiner, de los próximos 13 episodios de Mad Men , esa serie que nos tiene fascinados desde su debut en 2007. "Acabamos la última temporada de una forma que nos permitió volver a empezar casi de nuevas", confiesa Weiner, improvisado guía por el rodaje.
La serie ocupa todos los sets del estudio Los Angeles Center. Un hall de mármol y cristal ahora vacío, vestíbulo común de un edificio de oficinas que en la ficción de Mad Men está en Madison Avenue, el corazón de Nueva York. Desde las ventanas del nuevo despacho de Sterling, Cooper, Draper, Pryce se ve la Pan-Am o el Empire State, aunque estemos a ras de suelo en un hangar sin ventanas de Los Ángeles. "Dan Bishop [diseñador de producción, responsable también de Un hombre soltero, de Tom Ford] se encargó de construir todo. En este telón de fondo quitó todos los edificios que no pertenecían a la época. En total tardó seis semanas en construirlo, más tres de discusiones", apostilla.
"He desposeído a Don Draper de todo lo que parecía definirle"
Una inversión cara de la que sacan partido toda la temporada. "El presupuesto no nos llegó para recrear los restaurantes de lujo de la planta baja", se ríe. Sí llegó para el piso de soltero de Don en Greenwich Village. "Don tiene dinero, gana 100.000 dólares al año de los de entonces", dice como justificación de la elección de una zona bohemia, esa liberación que Don/Dick busca, que tiene un aspecto nada lujoso. "Es un apartamento de alquiler donde ni se ha molestado en desempacar", añade. Como dice la doctora Faye (Cara Buonbo), uno de los ligues de esta temporada: Don no sobrevivirá más de un año sin casarse.
Detalles no faltan , muchos salidos de los rastros y tiendas de antigüedades de Los Ángeles: las máquinas de escribir usadas, pero no viejas; el Ericofon, peculiar auricular sin base, le gustó tanto que Weiner lo puso en la oficina de Roger (John Slattery), siempre en la vanguardia, y en la suya propia, esa que fuera del set rememora el espíritu de Mad Men con el omnipresente carrito de las bebidas. Claro que en el despacho de Weiner son reales, cosa que no ocurre en el rodaje. "No respondo del alcohol que lleven los actores en su cuerpo, solo del set", bromea.
Lo que permanece es el reclinador que compró Betty Draper (January Jones), ahora Francis, en la casa que compartió con su ex marido Don. "Es el que utilizó Mae West en una de sus seducciones", confiesa ilusionado de otra de sus joyas de rodaje, como la lámpara de Charles Chaplin y el apoyapiés de piel de camello del apartamento de Don. "En el fondo recreo el tiempo en el que me crié", confiesa. Y de muchos con él, a juzgar por un éxito que va ganando cada vez más adeptos en plataformas como DVD o Internet.
Su trabajo le cuesta mantener la devoción de las audiencias . En la serie se trabajan jornadas de hasta 12 horas. En los guiones trabaja con un equipo de cinco o seis escritores, pero todo pasa por sus manos, algo que aprendió de su maestro, David Chase (responsable de Los Soprano).
Todo esto está muy bien, pero mientras me acompaña a la salida, a la luz cegadora de Los Ángeles, sigo sin respuesta a la pregunta de la temporada. ¿Quién es Don Draper? "No es un mal tipo. Alguien que ha perdido el rumbo, con conflictos morales, que se va haciendo viejo", dice sin quererle reventar a nadie la temporada (ya está preparando la quinta). Vamos que al final Don es como todos. Bueno, un poco más guapo.
La cuarta temporada de Mad Men se comienza a emitir el 18 de diciembre, a las 21.30, en Canal+ . | Entérate de los estrenos y las novedades de la pequeña pantalla en 'Hablando en serie' de Eskup
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