Rescates, derechos y democracia

La única preocupación de los Gobiernos es tranquilizar lo que denominan eufemísticamente mercados y que no encubre otra cosa que el afán desmesurado de enriquecimiento de unos especuladores, generalmente poderosas entidades financieras, las mismas que provocaron con sus activos tóxicos la grave crisis que está sufriendo la abnegada y exprimida ciudadanía trabajadora.

Los Gobiernos insuflan miles de millones de euros y dólares a estas entidades con el fin de sanear sus cuentas y de que otorguen créditos a la producción y al consumo; sin embargo, les resulta mucho más rentable seguir especulando en fondos de alto riesgo e invertir en seguros contra el impago de esa misma deuda. Con los recursos monetarios que les han facilitado los países, con grave quebranto para las economías familiares y para los derechos laborales, las entidades financieras se enriquecen aun a costa de contribuir al rápido empobrecimiento de aquellas sociedades de las que son deudoras.

El rescate a la banca supone el triunfo de los poderosos en detrimento del bienestar de las clases medias y bajas, además de una inquietante jibarización de la democracia. Los auténticos órganos de decisión son los propios mercados: una nueva crisis está servida.