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Reportaje:

"Fue un grande entre los grandes"

Cientos de personas rinden el último homenaje a Xabier Lete - "Percibió que la muerte tenía un lado misterioso", aseguró el obispo Setién en su homilía

Ya una hora antes de que comenzase el funeral por el poeta y cantante Xabier Lete, fallecido el pasado sábado en San Sebastián a los 66 años, los aledaños de la parroquia de Santa María de Urnieta eran un hervidero de familiares, amigos y personalidades de la cultura y las instituciones. El sonido de las campanas, fuerte y seco, retumbaba por las calles de la localidad guipuzcoana y contribuía a llenar de recogimiento un ambiente ya de por sí emotivo, como las canciones de Lete.

Muchos de los presentes se detenían, quizá sin saberlo, a pocos metros de la casa en que residió la mayor parte de su vida uno de los artistas más representativos de la canción vasca, cuyos restos descansan ya en el cementerio de Urnieta junto a los de su compañera, Lourdes Iriondo, muerta hace cinco años.

Néstor Basterretxea: "Fue un hombre muy entero en sus ideas y canciones"
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"Morir es algo normal, pero Xabier percibió que la muerte tenía un lado misterioso", aseguró José María Setién, obispo emérito de San Sebastián e íntimo amigo de Lete, en una parroquia tan abarrotada que gran número de ciudadanos tuvieron que quedarse fuera. El prelado recordó que los asuntos principales en la obra de Lete -Dios, el amor entre las personas, el sufrimiento y la muerte- no eran "solo literatura", sino el reflejo de su experiencia vital.

En los corrillos a la salida de la parroquia todas las conversaciones giraban en torno a la gran pérdida que sufre la cultura vasca. "Xabier llevaba varios años diciendo que no sabía cómo estaba aguantando tanto. Entablé una buena amistad con él y creo que era un hombre muy entero en sus ideas y canciones", aseveró el escultor Néstor Basterretxea.

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Visiblemente afectado, el cantante Benito Lertxundi precisó que había hablado semanas antes de la muerte de Lete con él para organizar una comida. No pudo ser. El trastorno intestinal crónico que sufría desde hacía años pudo al final con el artista.

Quienes le conocían bien afirman que desde la muerte de Iriondo, el poeta ya había asumido su propio fallecimiento. A lo largo de este lustro el artista visitó prácticamente a diario el cementerio de Urnieta, llevando flores hasta la tumba de su compañera.

"Nos quedarán siempre sus versos. Fue un grande entre los grandes", expresó el cantante Gontzal Mendibil. "Era una persona muy rica en sarcasmos, en chistes, con quien tengo muchas convivencias. Esto queda en los libros, pero él desaparece", lamentó Joan Mari Torrealdai, académico de Euskaltzaindia, de la que el fallecido era también académico correspondiente.

Otros referentes de la cultura vasca y amigos de Lete, como el cantautor Ruper Ordorika o Antton Valverde, el poeta Felipe Juaristi; la directora del Instituto Etxepare, Aizpea Goenaga, y el científico Pedro Miguel Echenique, assitieron al funeral.

La muerte del poeta y cantautor ha caído como un jarro de agua fría en la política y en la cultura. También fue destacada la presencia ayer en la parroquia de representantes políticos e institucionales, "Era un poeta y un cantante capaz de sacar mucho de la cultura vasca, siempre con una perspectiva universal. Su poema Izarren hautsa lo uso mucho en mis discursos", comentó la consejera de Educación, Isabel Celaá. El diputado general de Guipúzcoa, Markel Olano, también emocionado, explicó: "Lete ha sido una de las referencias literarias más importantes y, desde el punto de vista social, ha tenido una influencia muy grande. Se nos ha ido una de las personas más importantes del siglo XX para el pueblo vasco. Ahí es nada".

El presidente del PNV guipuzcoano, Joseba Egíbar, sostuvo que ha supuesto un referente "para muchos jóvenes y gente madura" y lo consideró "un hombre euskaldun, del país, de un viejo pueblo que quiere ganarse su futuro".

"Sinisten dut egun batean hilen naizela, hutsean eroria, ezerezean amildua, hauts bihurtuko naizela" ("Creo que un día me moriré, caído en el vacío, hundido en la nada, me convertiré en polvo"), rezaba Sinesten dut, una de las canciones con mayor carga emotiva de las que compuso. Las cenizas de Lete ya descansan en Urnieta junto a su compañera. Sin embargo, los versos y las canciones de ese misterioso hombre de barba blanca aún seguirán formando parte de la cultura vasca y pondrán banda sonora a toda una época.

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