Nociones de poesía efímera
No se dejen disuadir por el título, alusivo al lema publicitario de una celebérrima marca de turrones. Vuelve al Price por Navidad es un buen espectáculo de circo clásico, envuelto en una puesta en escena sencilla, hecha con buen gusto, que entrega el protagonismo a los artistas. La dirección es invisible, en el buen sentido: se limita a imprimir sentido plástico global a una sucesión de números con empaque visual y momentos emocionantes.
La función combina números de fuerza, pericia y virtuosismo con otros que son pura delicadeza. En esa tensión entre la búsqueda del más difícil todavía y la consecución de breves momentos de poesía efímera reside su encanto. En la pista, lo fuerte y lo débil se alternan, la proeza atlética se funde con la greguería. Si creen que exagero, vean el último paisaje hermoso hasta verter una lágrima, que el artista jerezano Felipe Mejías dibuja con arena sobre lienzo de cristal. O vean también el juego de equilibrios acrobáticos mano a mano con el que los hermanos Peres (Adans, ex esposo de Estefanía de Mónaco, e Ivan), cuya similar envergadura y masa corporal imprime elegancia a la dificultad extrema, obtuvieron el Clown de Plata en Montecarlo 2001 y la medalla de oro en el Festival du Cirque de Demain.
VUELVE AL PRICE POR NAVIDAD
Dirección artística: David Larible. Dirección musical: Germán Díaz Guerrero. Puesta en escena: Alessandro Serena. Circo Price. Hasta el 9 de enero.
En el terreno de lo virtuoso, el número de acrobacia sobre doble cuerda elástica de los Hermanos Álvarez, reciente Premio Nacional de Circo, cierra en alto la primera parte con piruetas que quitan el hipo, incluido un doble mortal. Durante su vertiginoso número de báscula y columpio, la renovada Puzanovi Troupe, Clown de Oro en Montecarlo 2003, no reeditó sus antiguos récords pero tuvo en vilo al público del estreno, ante la percepción del riesgo real. Dieron tres triples mortales desde la báscula y un doble mortal con aterrizaje sobre un zanco, y pusieron un nudo colectivo en la garganta al marrar la chica su segundo salto y caer en picado: sus compañeros (¡uuf!), la recogieron limpiamente, a apenas dos metros del suelo.
El trabajo de danza con caballo de Jacobo Espina y Noëlle Espinosa entraña una búsqueda poética pendiente de profundización. Hay números de hula hop más difíciles que el de Úrsula Naike, pero la manera en que lo organiza y defiende, arropada por la iluminación cálida de Felipe Ramos y Juanjo Beloqui, y su inesperada salida por los aires con los aros siguiéndola como anillos de Saturno, antes de ser vencidos por la gravedad, encantaron al público. Divertidísimo, el cantante desastrado (Cesar Dias). La Manduhai, trouppe mogola, tuvo problemas para rematar alguna de sus delicadas contorsiones acrobáticas. Leo Jackson (escalera libre) y Bianca Montino (trapecio) añaden variedad al conjunto, llevados en volandas por la magnífica orquesta de Germán Díaz Guerrero, situada en el telar por David Larible y Alessandro Serena. Bien la ambientación de Miguel Brayda.
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