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Reportaje:

Un bufé de teatro en cápsulas

Una antigua carnicería de la calle de Loreto y Chicote acoge 'microobras' de teatro en las estancias de su sótano por tres euros

Aquí no se sabe dónde está la fina línea que separa la realidad de la ficción. Entras en una habitación e ingresas, de pronto, en una sala de un geriátrico en la que un preocupado hijo se ve obligado a dejar a su madre durante un viaje. La cercanía, la cotidianidad, hace difícil convencerse de que se trata de una microobra de teatro. Entras en otra habitación y estás en un violento vis a vis de una lúgubre cárcel. En la siguiente te sumas a la mesa de una extraña cena de Navidad como un comensal más, o como espectador en un ring donde una misteriosa mujer encañona la nuca de un hombre de traje. Luego te topas con otra mujer barriendo el pasillo y... no, eso no es ninguna obra de teatro.

Las funciones duran 15 minutos y se ofrecen de jueves a domingo

Teatro por Dinero (Loreto y Chicote, 9) es como un bufé. En el sótano hay cinco pequeñas habitaciones donde se representan las microobras (micro por el espacio y por la duración: 15 minutos) en bucle hasta seis veces por día, de jueves a domingo, con descansos de cinco minutos entre una microfunción y otra. Todas comparten el mismo tema, este mes giran alrededor de la Navidad. El espectador puede elaborar el menú a su gusto: a un precio de tres euros por cada microentrada, puede ver una, todas, o las que quiera, en cualquier orden. En el piso de arriba hay un bar donde sirven pizzas, nachos o las empanadas de Noe, hechas por una de las actrices (Noelia Castaño) que es cocinillas. Una pantalla similar a las de los multicines avisa de la hora de comienzo de las obras, que se anuncia pulsando un viejo timbre de mesa dorado como las que había sobre los mostradores de recepción de los hoteles.

"Las obras de microteatro son piezas muy cortas, en las que hay que ir muy directo al asunto y resolverlo, y en las que hay que jugar con el espacio para implicar al público. Tiene mucho de cine, de plano corto", explica Ignacio Gabasa, uno de los directores más activos. Lo que dice se nota en las obras, por ejemplo, la titulada ¿Qué celebramos?, del director Camilo Vásquez. Al llegar a la sala la pareja de actores (Coral Igualador y Vladimir Aguilar o Juan Carlos Francia, dependiendo del día) reciben al público con amabilidad y los sientan en la fastuosa mesa (velas, mantel de terciopelo rojo) en la que se celebrará una cena navideña. Allí sentado, uno asiste a la conversación entre la pareja (se dirigen frecuentemente al público: "El vino está delicioso, ¿verdad?") en la que se irá descubriendo que nada es lo que parece. Todo se vuelve extraño inquietante, casi violento. "La gente participa", dice Igualador, autora del texto a la sazón, "ayer les recibimos canturreando villancicos y alguno cantó con nosotros. Luego cuando la obra se va poniendo rara se callan". "Es muy complejo evitar al público en una obra así", dice Camilo Vásquez, "yo creo que el hecho de interaccionar con el espectador ayuda al actor".

El espacio escénico se modifica totalmente para cada obra: se pintan las paredes, se cambia el decorado, se aprovecha al máximo el mínimo espacio.

A veces el público se coloca alrededor, otras veces en el centro, unas sentado, otras de pie, según las exigencias del guión. En otra de las obras, la humorística La anunciación, de Patricia Ordás, el espectador se encuentra en una especie de bar celestial en el que el actor Sergio Lanza es un arcángel san Gabriel con sombrero, vestido con un elegante traje de raya vertical del que sobresalen unas enormes alas arcangélicas. Jesús Gallo es el carpintero José que llega pidiendo explicaciones sobre la inmaculada maternidad de su esposa María, que Gabriel ha anunciado apareciéndose a la interesada. "Al menos el niño se parecerá a mí, ¿no? Voy a ser el hazmerreír del pueblo...".

En estas representaciones se está muy cerca, casi se puede oler a los actores, a veces rozan al espectador al moverse por la escena en la que se encuentra integrado. "Los espectadores primero se sorprenden", explica divertido Ignacio Gabasa, "algunos se quedan bloqueados, muy rígidos, mirando al suelo, como petrificados. Pero luego se relajan. En realidad es un género complicado para todos, el director, los actores y también el público".

En Teatro por Dinero están abiertos a la colaboración con nuevos artistas: "Nos interesa fomentar la creación", dice la gerente Laura Pascual, "hay pequeños creadores con buenas ideas que no tienen lugar para llevarlas a cabo. Nos escribe gente con propuestas teatrales que nos parecen interesantes para el proyecto. De hecho ahora estamos difundiendo la noticia por Internet, para hacerles llegar el mensaje: 'oye, aquí tenéis vuestro espacio".

Hacen más cosas: los lunes retiran del sótano los paneles móviles que delimitan las habitaciones pequeñas y dejan despejada la sala al completo, que mide unos 80 metros cuadrados, para representar una obra de duración normal. Y las mañanas de los fines de semana, microteatro infantil (hay incluso una obra para bebés hasta tres años). Y en la parte superior del local, en el bar, hay una exposición en la que un artista (este mes el pintor Anto Chozas) trabaja sobre el tema mensual del teatro.

El precedente de esta iniciativa tuvo lugar el año pasado por estas fechas, cuando la cabeza pensante del asunto, Miguel Alcantud, organizó algo parecido de manera temporal en uno de los antiguos (y sórdidos) prostíbulos de la calle de la Ballesta. Fueron 13 habitaciones en las que se representaron microobras en torno al tema de la prostitución, cosechando notable éxito. Ahora, con 20 socios implicados en el proyecto, se establecen de manera permanente en esta antigua carnicería que se ha reformado totalmente (durante una temporada albergó la tienda del diseñador Carlos Díez). En ambos casos se organizó con la ayuda y mediación de Triball, la asociación que pretende la revitalización de la zona.

Hasta fin de mes se pueden ver las obras citadas, además de La sorpresa del roscón, dirigida por Sonia Sebastián sobre un texto de Elvira Lindo; Ve tranquilo, de Guillermo Veccio, y La última Navidad, de Federico Untermann. Si este mes la propuesta es ¿Por Navidad, qué coño celebramos?, mientras que el pasado fue Por dinero, para enero nos reservan el truculento Por tus muertos. Porque, como dice la gerente Laura Pascual: "Aquí nada es convencional".

Representación de <i>La sorpresa del roscón,</i> obra escrita por Elvira Lindo y dirigida por Sonia Sebastián.
Representación de La sorpresa del roscón, obra escrita por Elvira Lindo y dirigida por Sonia Sebastián.CRISTÓBAL MANUEL

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