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Columna
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Teoría da caldeirada

Con el advenimiento de la Restauración Popular, la Democracia Feijoniana nos había prometido un Gobierno contundente. No más depende ni malo será. Adiós a no saber si subimos o bajamos, al ir no siendo que no vaya, a ser de aquí ou vir á festa. Se iban a acabar aquellos chalaneos entre nacionalistas y socialistas durante el frágil cuatrienio bipartito. Galicia saldría del agujero liderada por un presidente capaz de tomar decisiones difíciles. Pasa el tiempo. Los inquietantes síntomas de ambigüedad y mareo generalizado que apuntara la tortuosa gestión del bilingüismo señorito, van degenerando en patrón de conducta. Feijóo solo se muestra categórico donde no gobierna, especialmente si está de guardia Zapatero. Sin embargo, en sus dominios, todo es relativo. Si utilizásemos una metáfora culinaria, diríamos que fuera solo le vale un buen chuletón, mientras en casa se apaña con una caldeirada. Gobernar es como hacer un guiso donde quepa todo. La caldeirada y la Democracia Feijoniana se rigen por idéntico principio: nada se tira, todo se aprovecha.

Con tanto cambio de ley, ya nadie sería capaz de decir con claridad dónde se puede o no construir

Abundan los ejemplos para ilustrar esta teoría de la caldeirada como metáfora del Gobierno feijoniano. Ahí tienen la reciente decisión frente a la ola de frío. La Xunta declara alerta naranja, pero delega en directores o transportistas, o los dos a la vez, o ninguno, la decisión de suspender las clases. Si las interrumpían, que se entendieran ellos con los padres y sus problemas de conciliación laboral y familiar. Si pasaba algo, no sería porque la Xunta no lo hubiera avisado. Pero es que, además, hubo suerte, no se produjeron incidencias, todo el mundo quedó contento y Feijóo con otro éxito para contar en rueda de prensa. Caldeirada y de la buena.

Otro caso: los presupuestos recién aprobados, un manual de guisote económico. Al principio iba a ser plato único de austeridad. Pero, según fueron apareciendo comensales, se iban añadiendo ingredientes al gusto, como los trozos de pescado al puchero. Becas, complementos, pensiones no contributivas, gastos publicitarios, genéricos, circunvalaciones o variantes... Todos guisados con una austeridad tan buena que les hace crecer y multiplicarse, como los panes y los peces del milagro. El toque final ha sido una ley de acompañamiento que modifica de un toque 24 leyes, sin perder el tiempo en un Parlamento cada vez mas convertido en un plató de televisión. Entre todos los guisos presupuestarios, ninguno tan sabroso como las nuevas ayudas de 2.000 euros para automóviles en plena era de recortes por culpa de Zapatero. El plato es gustoso, aunque algo fuerte de digerir. Resulta paradójico que San Caetano triplique estas subvenciones de dudosa eficacia, mientras reclama fondos adicionales a un Gobierno central que las ha eliminado para contener el déficit. Pero ya se sabe que en Madrid no saben preparar el pescado.

Otro ejemplo potente para la teoría de la caldeirada lo conforma la hiperreformada Ley del Suelo. Con mas arreglos que Belén Esteban, resulta un guisote jurídico. De tanto querer dar gusto a todos, ya ni siquiera Google Maps, con todo su poder, sería capaz de señalar con claridad dónde y por qué se puede construir hoy en Galicia; mucho menos aún en qué condiciones. Inténtenlo en Facebook o en Twiter, a ver si en el perfil del conselleiro Hernández lo aclaran. Pero háganlo antes de que se actualice de nuevo.

Gobierno guiado por principios o llevado por la oportunidad. El tiempo dirá qué era mejor. Si aquella promesa de un ejecutivo donde todo sería carne de primera, o este al que todo le vale para el guiso. Acaso ahora se parezca más a nuestra sociedad civil. Miren si no el nombre de la supercaixa, que de puro largo parece un supergrupo de rock sinfónico, a lo Emerson, Lake and Palmer. Todo se aprovecha, nada se pierde, como en la caldeirada. No existe solución más a la gallega. Ya la aplicó Franco cuando fusionó a falangistas, joseantonianos, ledesmistas y onesimianistas. A la fusión, la llamó FET y de las JONS......Y de los grandes expresos europeos, solía añadirse, en maldad que no pocos atribuyen a la ironía de Dionisio Ridruejo. Eran otros tiempos. Twiter@antonlosada

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