Dentro del hospital
He pasado el mes de noviembre en un hospital. No era yo la enferma, sino mi padre. Durante ese mes ha habido días buenos, días regulares y días muy malos.
He visto a un personal sanitario que no tenía pausa y trabajaba en unas habitaciones pequeñísimas que obligaban a mover mobiliario cada vez que había que limpiar o que impedían sacar a un paciente de una habitación en momentos de gravedad.
He hablado y he escuchado a médicos que, retando al sueño y al aguante humano, aparecían a cualquier hora del día haciendo que su sola presencia supusiera un alivio, diera seguridad y se sintiera su dominio de la situación. He reído con auxiliares. He vivido llantos de familias y el ánimo de personas en situación de poco riesgo. No puedo decir que las condiciones fuesen óptimas, pero ante ellas, ese personal se crecía.
Esta carta podría parecer un agradecimiento a todo este personal, pero es sobre todo mi reflexión, mi convencimiento de que quiero vivir en esta sociedad.