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Columna
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Sin traducción

David Trueba

En una secuencia de Lost in Traslation, Bill Murray, de viaje en Japón para grabar un anuncio de whisky, acude como invitado a un programa de televisión. Allí el presentador hace el ganso para goce de los espectadores locales y el actor norteamericano se sumerge en el desconcierto estólido. Perdido en la traducción suele ser el estado emocional de cualquier invitado extranjero con el pinganillo en la oreja, especialmente en los programas de humor, porque el humor viaja mal. La mayoría de las veces ni viaja.

Esta secuencia es recuperable tras la polémica aparición en El hormiguero del actor Jessie Eisenberg, que interpreta a un joven también inexpresivo y aislado en La red social, película americana del año y estamos en diciembre. Al volver a Estados Unidos, Eisenberg ironizó sin hacer sangre sobre el programa de Motos con Conan O'Brien, al describir la peripecia de un actor de promoción en Europa, acudiendo a programas donde llega a sentirse humillado como el payaso tonto en un circo incomprensible para él.

Motos respondió a la mofa de dos formas. Una mala: recuperando imágenes de lo bien que se lo han pasado otras estrellas de Hollywood en su programa, muchos hasta repiten. Y una estupenda: con la parodia de un cantautor español que se siente humillado en el programa de O'Brien porque le hablan en inglés. Motos ha adaptado a Leno y Letterman al horario infantil. Los actores de Hollywood acuden sin dudarlo porque el programa ofrece buena audiencia promocional y carece de filo, nunca plantea preguntas complicadas y siempre es mejor ordeñar a una ternera en el plató que justificar algunos bodrios infumables. Es un programa donde a Paris Hilton no le preguntarían por el precio de unos gramos de farlopa, pero le harían caminar con tacones de aguja sobre una colchoneta hinchable.

Uno agradece el pique entre Motos y un invitado, la lástima es que sucediera con el Atlántico de por medio. En el palacio de la simpatía que es El hormiguero, a veces más parecido a una piscina de bolas que a un espacio de entrevistas, solo un antipático provocaría un buen espectáculo, ese que disfrutaríamos los que fantaseamos con que a El hormiguero pudiera ir una tarde Fernán-Gómez.

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