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Crítica:TEATRO | CONTRAACCIONES
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Salud y dinero, sin amor

Javier Vallejo

Lo nuevo bien hecho da gusto. Contraacciones, de Mike Bartlett, autor británico de 30 años, es una sucesión vertiginosa de entrevistas cara a cara entre una vendedora y la gélida gerente de una multinacional cuyos empleados están obligados, por contrato, a evitar cualquier relación romántica o sexual entre ellos.

Durante 14 escenas rápidas como descargas eléctricas, asistimos al repliegue sucesivo de Emma, vendedora ejemplar, ante el embate sistemático disfrazado de amabilidad de una jefa despersonalizada, enteramente al servicio de la producción. "Solo quería charlar un rato", le dice, cuando lo que intenta es tenerla agarrada por los ovarios.

Contraacciones atrapa desde el primer minuto porque habla de un fenómeno creciente: el sacrificio de la vida privada a fin de conseguir exigencias laborales extremas. Por su lenguaje conciso, cortado a cuchillo, esta partida con cartas marcadas evoca la que juegan los protagonistas de Oleanna. En su curso resuenan el Mamet de Glengarry Glen Ross, el Pinter de El montacargas y el Havel de El comunicado: es curioso cómo se parecen la oficina estatal siniestra del socialismo checo y el despacho impecablemente aséptico del capitalismo financiero satirizado por Bartlett. A sistemas políticos antagónicos, mecanismos de sometimiento laboral gemelos.

CONTRAACCIONES

Autor: Mike Bartlett. Versión: Lucy Collin. Teatro Lara. Hasta el 28 de febrero.

Rozando peligros

Hay momentos en los que alguna aclaración obvia ("tenemos cientos de candidatos por puesto", recuerda la gerente) hace temer que la cosa tome una mala deriva, pero no. Bartlett roza todos los peligros e incluso atraviesa la linde para retomar siempre el rumbo de un buen volantazo. Su comedia necesita un copiloto de primera. En vez de adjudicarse el papel bombón envenenado, Pilar Massa ha tenido la inteligencia de dárselo a Goizalde Núñez, que redondea el paso de Emma por cuantas actitudes colorean el arcoíris emocional: está sucesivamente expectante, intrigada, desconcertada, segura de sí, quebrada, desolada... y creíble siempre. Con una mirada, deja al final entrever su destrozo anímico.

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Massa dirige la función con escalpelo y se reserva el difícil papel de esfinge sonriente: desgranando preguntas sin pestañear, cierra con sangrante amabilidad el círculo del acoso y derribo. A favor de actrices y obra, la escenografía y el vestuario de Rafael Garrigós y la luz de Paco Ariza.

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Sobre la firma

Javier Vallejo
Crítico teatral de EL PAÍS. Escribió sobre artes escénicas en Tentaciones y EP3. Antes fue redactor de 'El Independiente' y 'El Público', donde ejerció la crítica teatral. Es licenciado en Psicología, en Interpretación por la RESAD y premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Ha comisariado para La Casa Encendida el ciclo ‘Mujeres a Pie de Guerra’.

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