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Crítica:CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Mahler único

Con tanto ruido ambiental como hay, las iniciativas de auténtico calado cultural apenas se oyen. Durante los tres últimos fines de semana, Pablo Pérez ha ofrecido con la OBC, de la que es titular, una buena muestra del lied con acompañamiento orquestal de Gustav Mahler, de quien este año se ha celebrado el 150 aniversario del nacimiento y el que viene el centenario de la muerte. El director ha evitado la página más conocida del compositor para voz y orquesta, que es sin duda La canción de la tierra, sobre poemas chinos, y se ha centrado en los ciclos previos dedicados a escritores germánicos, como El cuerno maravilloso del muchacho, los Rückert-Lieder o los Kindertotenlieder, ofrecidos en el último programa. Son éstas cinco impresionantes canciones a la muerte de los niños, compuestas entre 1901 y 1904 sobre sombríos textos del poeta romántico Friedrich Rückert (1788-1866), que, por el tratamiento de la voz, preludian de hecho La canción de la tierra.

TEMPORADA DE LA OBC

Obras de Gustav Mahler y Anton Bruckner. Maria Riccarda Wesseling, mezzosoprano. Pablo González, director. Auditori de Barcelona, 26 de noviembre.

El eclecticismo de Mahler, su capacidad para combinar materiales populares con otros procedentes de la más refinada tradición culta, se manifestó también en la tenacidad para combinar un género íntimamente camerístico como es el lied con el gran sinfonismo tardorromántico. El resultado es absolutamente personal e intransferible, nada semejante se había escuchado antes, ni, con permiso de Strauss, se escuchará después. Una apuesta tan arriesgada siempre ha demandado la presencia de un director con autoridad, como lo fue el propio compositor, para combinar dos volúmenes tan rotundamente dispares, por no decir opuestos, hasta conseguir que brote el unicum mahleriano.

Pablo Pérez demostró ampliamente estar en posesión de ese espíritu. Consiguió reducir la OBC a su dimensión más camerística, excelentemente secundado por los solistas, especialmente el oboe y la trompa. En cuanto a la mezzosoprano Maria Riccarda Wesseling, alcanzó a dar la otra parte del contrato, esto es que su voz, siempre en el registro medio y bajo, se convirtiera en un solista más de la orquesta. La interpretación brindó emociones a raudales.

La segunda parte estuvo dedicada a la séptima de Anton Bruckner. Tenía sentido, porque Bruckner fue maestro de Mahler en Viena y además la ejecución fue muy correcta, pero a uno, sinceramente, le sobrepasó la catedralicia grandilocuencia de esta obra tras el intimismo trágico de Rückert y Mahler. A veces una media parte basta para dar todo el sentido a un concierto.

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