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Columna
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Austrohúngaro

David Trueba

Los fieles al Imperio Austrohúngaro perdieron la semana pasada a Berlanga, pero celebrarán la concesión del Premio Ángel Crespo de traducción a Monica Zgustová por su versión en castellano del clásico de la literatura checa Las aventuras del buen soldado Svejk. El nombre de esta traductora aparece casi siempre en las versiones de otro de los grandes escritores de aquel país, el inabarcable Bohumil Hrabal, que entre muchas joyas escribió su propia biografía desde los ojos de su paciente esposa en Bodas en casa, pieza de una desusada belleza y ternura. Son libros que me gustan tanto que a veces uno maldice que la poderosa cultura centroeuropea haya perdido peso en nuestro gusto contemporáneo. No hemos sido capaces de refrenar el vasallaje a la industria anglosajona para explorar nuestros puntos en común con la tradición humorística y de pensamiento sarcástico a la que nos unía un cordón umbilical que estamos a punto de romper para siempre, cegados por el fulgor del éxito y el comercio, dirigidos por una comunidad europea que no ejerce de tal salvo para rescates bancarios, recetas monetarias y acción económica.

Hasek, un bronco borracho anarquista, fue componiendo esas estampas bélicas basadas en sus propias penosas experiencias, hasta que le venció la tuberculosis en 1923. Este premio nos recuerda también, cómo olvidarlo, otro tiempo de la televisión española. Teníamos solo los dos canales, y, a pesar de las limitaciones, la pluralidad de la creación mundial estaba mejor representada. ¿Por qué? ¿Acaso es más limitadora la riqueza económica autosatisfecha que la pobreza si es ambiciosa y con curiosidad? ¿Puede que las inercias comerciales sean más empobrecedoras que la propia penuria? No lo sé, no hay respuesta a preguntas tan importantes. Pero en septiembre de 1985 me recuerdo expectante ante la emisión del último de los 13 episodios de la serie austriaca basada en la novela de Hasek. Recuerdo mi placer y mi risa frente a esa versión televisiva de Svejk, ese cobarde, patoso, inteligente y superviviente, que arrancaba cada episodio hablando directamente al espectador. Su herida de bala en el culo se contaba como la primera acción heroica de la Guerra del 14. Toda una declaración de principios sobre cómo ese bravo soldado austrohúngaro soportaría en carne propia sagrados conceptos como valor o patriotismo.

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