_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Comer

David Trueba

A estas alturas de su gira por la Península no creo que haya dos tipos más odiados en España que Imanol Arias y Juan Echanove. No es solo que su programa de degustación culinaria haya coincidido con la crisis económica, sino que uno de los elementos que más rencor provoca en la gente es la sensación de que otro se lo pueda estar pasando bien.

Nuestro maestro H. L. Menken ya escribió que el puritano es aquel que sufre solo de pensar que pueda haber otro gozando en algún lado. Un país para comérselo tiene algo de programa pornográfico. La gula, variante de la lujuria, guiaba el otro día, a paso algo apresurado, a los dos presentadores por Zaragoza, a la busca del placer pleno, orgásmico. A modo de pesadilla los seguían unas formaciones joteras, pero para frenarlas sería indispensable un comando de la Inquisición.

Por compensar, el programa incluye unos pequeños intervalos guionizados, donde los dos actores se interpretan a sí mismos un poco forzados, como si justificaran tanto placer con un poco de que se nos vea currar. También hay algunos arrebatos líricos para arrancar y cerrar el espacio, casi siempre entre vistas aéreas, donde se les escucha declarar el amor por España y sus paisajes y gentes, pero esos elementos están puestos ahí para frenar el rencor visceral que el resto del programa provoca. Nos recuerdan que aman la España del cocinero entregado, la matrona generosa y el producto de la tierra, para refrenar nuestro instinto de salir a la calle y arrasar tabernas y botillerías.

Imanol Arias es siempre más intenso y augusto que Echanove. Tiene una mirada más indagadora, una presencia más sosegada. En cambio Echanove se refocila.

Desde que Jesús Gil hablaba con su caballo o daba lecciones de moral en un jacuzzi rodeado de tetas de silicona nunca tan enormes como las suyas propias, no se había visto a un tipo disfrutar tanto en la tele.

La gula informada de los dos protagonistas es la estampa más salvable de un tiempo de apreturas. Comer y beber bien es, tras darle muchas vueltas al sentido de la vida, remedio infalible contra el vacío existencial.

Estos Sancho y Quijote en gira de gourmets se ganan a pulso nuestro odio, pero es un odio nutritivo.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_