El gallego en la escalera
La comparación de unas encuestas con otras, imprescindible para seguir la evolución de ciertos procesos sociales, requiere siempre de cierta cautela, incluso cuando se trata de trabajos realizados con las mejores técnicas disponibles (siempre imperfectas) y llevados a cabo por organismos de acreditada solvencia científica. Un buen ejemplo de los riesgos de una comparación apresurada nos lo ofrecen dos sondeos consecutivos del CIS relativos a Galicia: el preelectoral de las últimas elecciones autonómicas, realizado en enero de 2009, y el postelectoral, realizado un par de meses después. En ambos se incluía una pregunta acerca de cuál había sido la lengua materna de los encuestados, es decir, la que habían aprendido de niños en el hogar. La pregunta estaba formulada del mismo modo en ambos sondeos, y las muestras eran similares en tamaño, composición y procedimiento de selección aleatoria.
En 2008 había bastantes más niños con gallego y castellano como lenguas maternas que en 1981
Muchas de las preguntas de esos cuestionarios se refieren a opiniones sobre diversos asuntos de naturaleza inestable, cuya cuantificación puede variar bastante en tan sólo un par de meses; uno de los objetivos de los sondeos del CIS es precisamente registrar estas variaciones a lo largo del tiempo. Pero otras preguntas, las que recogen información sobre características de los individuos y no sobre sus opiniones, no deberían variar en un período de tiempo tan corto, más allá de una ligera fluctuación dentro de los márgenes de error de la muestra, que deben ser bajos para que podamos calificar el sondeo como "científico". La lengua materna es una de estas características de los individuos. Que mi lengua materna sea el castellano no es una opinión mía, como tampoco lo son mi edad, los estudios cursados o los lugares donde he vivido. ¿Cómo explicar, entonces, que, según el estudio preelectoral del CIS, los "bilingües iniciales" en Galicia (quienes de niños aprendieron en el hogar tanto gallego como castellano), sean el 13%, y dos meses más tarde sean casi el doble, el 24%? Por fortuna, estos datos no saltaron a los titulares periodísticos, y así nadie sembró la confusión proclamando que "el número de bilingües iniciales en Galicia se duplica en dos meses", o que "el gallego como lengua materna desciende al ritmo de dos puntos y medio por mes", si bien lo mismo podría haberse dicho del castellano, que en dos meses "bajó" del 30% al 25%.
Es obvio que tales subidas y bajadas en el plazo de dos meses son imposibles. La lengua materna no sube y baja continuamente como un yoyó, y las tendencias que se encaminan al cambio lo hacen a ritmo más bien lento, aunque no constante, con largos períodos de estabilidad. Por consiguiente, es imposible que esta diferencia entre los dos sondeos consecutivos del CIS se corresponda con una diferencia de facto, sino que es producto de alguna diferencia en la aplicación de la encuesta (que en este caso podemos barruntar cuál fue).
Este largo preámbulo viene a cuento de una afirmación mía de hace unas semanas en este periódico, en la que decía que en los datos solventes disponibles se escondían sorpresas dignas de ser aireadas, como la de que en los municipios urbanos gallegos (los de más de 50.000 habitantes) hay actualmente más niños que han adquirido el gallego como una de sus lenguas de infancia que los que había a fines de los setenta o a principios de los ochenta del pasado siglo. Puesto que esta afirmación se sustenta en la comparación de encuestas que tienen características técnicas diferentes, tómenla con las todas las precauciones solicitadas en el preámbulo: mi afirmación tiene muchos visos de verosimilitud, pero no es una verdad indiscutible.
Los datos del Mapa Sociolingüístico de Galicia de 1992 proceden de una inmensa muestra estratificada según varios criterios, entre ellos el de la edad. El estrato más joven comprendía a los gallegos que tenían entonces entre los dieciséis y los diecinueve años; se trataba, pues, de adolescentes y jóvenes nacidos entre 1973 y 1976, y que tenían entre cinco y ocho años de edad en 1981. Por consiguiente, una comparación entre los datos para la lengua materna de este grupo y los que nos da para un grupo de edad similar (de cinco a nueve años) el reciente estudio del Instituto Galego de Estatística (con datos recogidos en 2008) nos permitirá ver en qué medida ha cambiado, entre 1981 y 2008, la lengua materna de los niños "urbanos" (es un decir, pues casi todos los municipios que llamamos "ciudades" comprenden también zonas rurales, como Enfesta o Lavacolla en Santiago).
Ahí van las cifras, que no han salido de ninguna chistera. En 1981 había un 9% de niños urbanos entre cinco y ocho años de edad que tenían como lengua materna sólo el gallego. En 2008, seguía habiendo un 9%; en este punto, pues, el gallego no ha retrocedido. Por otra parte, en 1981 había un 19% de niños que tenían las dos lenguas, gallego y castellano, como maternas. En 2008 había más, bastantes más: un 32%; en este punto el gallego, al parecer, ha mejorado. Pero insisto: tómenlo con cautela, como sin duda harán quienes conozcan a fondo las diferencias existentes entre las dos encuestas.
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