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ELECCIONES CATALANAS | Faltan 9 días
Columna
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Lo que ya no existe

El Partido Popular también lo tanteó muy al comienzo de la precampaña. Pero, con el paso de las semanas, se ha ido convirtiendo en una de las piezas clave del argumentario electoral del PSC; me refiero a la teoría según la cual la Convergència de los tiempos de Pujol sí que era buena, y moderada, y ocupaba la centralidad, y contribuía a la gobernabilidad de España. Desgraciadamente, la de Artur Mas no tiene nada que ver con aquella: radicalizada, ambigua, controlada en su núcleo duro por "talibanes independentistas"...

El candidato Montilla sintetizó el argumento, el pasado día 4, durante un mitin en Badalona junto al ex presidente González: "Felipe, la Convergència que tú conociste ya no existe. Artur Mas no es el recambio de Jordi Pujol". Este sábado lo reiteró ante Pérez Rubalcaba: la CiU que se ve en Madrid, la del "nacionalismo aseado, de lobbies y despachos", esconde una derecha soberanista, la del concierto económico, la que en el fondo es independentista. Y el domingo el destinatario del aviso -bajo la matáfora del melocotón- fue el mismísimo presidente Rodríguez Zapatero.

Impresiona ver a los socialistas catalanes entregados a la nostalgia de Pujol. Impresiona por lo hipócrita

Ante todo, impresiona ver a los socialistas catalanes entregados a la nostalgia de Pujol. Impresiona por lo hipócrita, porque hemerotecas y archivos rebosan de las descalificaciones y los dicterios que le lanzaron durante sus 23 años de Gobierno; solo con los reproches de doble lenguaje, de falsa moderación y de deslealtad se podría llenar un libro. Pero no es a esto a lo que me quería referir, sino a la cuestión de fondo: ¿realmente la CiU de hoy es tan distinta de la de 15 o 20 años atrás?

Lo que está fuera de duda es que, en este lapso de tiempo, han cambiado profundamente la configuración del catalanismo y la percepción de muchos catalanes sobre la relación con España. Quienes, a raíz del pacto del Majestic, creían poder atraer a la derecha española a la comprensión de la plurinacionalidad sufrieron, entre 2000 y 2004, una cruel decepción. Durante la legislatura siguiente, los decepcionados fueron cuantos se habían tragado el "apoyaré el Estatuto que salga del Parlamento de Cataluña", los crédulos en una España federal y en una Constitución flexible y evolutiva. Por último, con la sentencia del Constitucional y todo lo que de ella cuelga, el desengaño ha azotado al catalanismo político y social en pleno, ensanchando como nunca sus confines soberanistas e independentistas. En tales condiciones, ¿podía Convergència permanecer inmóvil, congelada en los objetivos de antaño, cinco puntos más de IRPF por aquí, otra competencia en virtud del artículo 150.2 por allá...? Podía, pero existen formas menos dolorosas de suicidarse.

En aquellos días de González y de Pujol que el PSC parece añorar tanto -tal vez porque le ha faltado cintura política para adaptarse al nuevo escenario-, el Círculo de Economía no publicaba comunicados dando por finiquitado el Estado de las Autonomías y reclamando un nuevo pacto constitucional. Y el presidente de Fomento o el de la Cámara de Comercio no acudían a multitudinarias manifestaciones encabezadas por el lema Som una nació. Nosaltres decidim. Y a nadie se le ocurría siquiera organizar consultas populares oficiosas sobre el "derecho a decidir". Y desde luego, en aquel entonces no existía ese 42% de catalanes favorables a la independencia que ha reflejado esta misma semana el Pulsómetro de la cadena SER.

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José Montilla se expresó mal, el otro día, ante Felipe: lo que ha dejado de existir no es solo la Convergència de Pujol, sino la Cataluña de los años 1990, la que aún daba cierto crédito al marco constitucional y a su presunto potencial federalizante. Entre Aznar, y Jiménez de Parga, y Rajoy, y Múgica Herzog, y Guerra (don Alfonso, el del cepillo), y Aguirre (doña Esperanza), y Pizarro (don Manuel, el de Endesa), y Cava de Llano, y el trío de la Maestranza, sin olvidar al funambulista Rodríguez Zapatero, entre todos la han hecho desaparecer. Y si el PSC no es capaz de verlo, entonces tiene un serio problema.

Joan B. Culla i Clarà es historiador

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